lunes, 22 de abril de 2013

Oscar

Hace cincuenta y ocho años nació en un pueblo del norte de Chalatenango. En su vida ha tenido un montón de profesiones: salsero, vendedor, vigilante, auxiliar contable, contador, cambista y nuevamente salsero. 

Ayer me dijo... vamos al súper... y por supuesto fui. Quería que le cocinara, es mi mejor comensal, en realidad en casa, es el que me gusta que coma, las demás también, pero él más. No sé por qué, quizá sea mala maña machista, no lo sé, tampoco quiero averiguarlo.

Quizá me quedó el egoísmo típico de los niños que fueron hijos únicos bastante tiempo, Lorena nació cuando yo ya había cumplido seis años, así que ese hombre que ha fungido como padre fue mío y solo mío hasta entonces. El asunto es que salir con él, en el acto tan común y corriente, tan normal como ir al súper es una cosa que disfruto.

Mientras buscaba los ingredientes para hacerle el lomo de cerdo que tanto le gusta, recordé cómo era salir a solas con él siendo una niña... las idas al cine, al zoológico, al mcdonald's que estaba frente a la Plaza Morazán (ese que estaba en el sótano de un edificio centenario casi)... los desayunos de domingo cuando mi mamá tenía turno en el hospital y él se dedicaba a buscar la mejor manera de no matarme con sus recetas. Es lindo tener recuerdos con este hombre. 

No lo idealizo... nadie es perfecto en este mundo, tiene un mal genio, deja tirados los calcetines y tiene una manera muy suya de perder las llaves del carro a cada rato... y otros tantos defectos que detesto, que más de alguna vez me han hecho discutir con él, pero al menos discutir con él es poder poner un poco en ejercicio la lógica, es una forma de argumentar de manera adecuada para que las pasiones y ofuscaciones no nos ganen sino arreglar las cosas.

Dicen que el primer amor de las mujeres es su papá, yo he visto a muchas mujeres de mi generación teniendo una relación espantosa con sus padres, siempre tuve temor que eso me pasara, pero al terminar la adolescencia supe que casi nada había cambiado entre ese hombre que me hace llorar de la risa y esta loca. Eso me llenó de alegría. 

No me entiende, estoy segura de eso; no estoy de acuerdo con él en muchas cosas... pero en medio de tantas diferencias entre ambos puedo asegurar que ha sido la persona con la que mejor me he llevado en mi casa, incluso cuando me sorprendía entrando a las 3 a.m. cuando a mis 21 años me daba mis primeras parrandas. 

Hoy se hace más viejo mi viejo. Esta mañana le he dado un beso, no solo porque cumpleaños, sino porque me ha enseñado a ser libre.

1 comentario:

Miguel G dijo...

Linda entrada... es bonito tener recuerdos de la gente que queremos y que nos quiere; nadie es perfecto sino fuera muy aburrido.