miércoles, 10 de abril de 2013

Repensar las cosas

Hace un mes fui otra vez donde el doctor, iniciamos un "tratamiento alternativo" porque la economía y situación laboral no están como para que yo pueda decir "mañana me opero". 

Me lo advirtió claramente, para que el asunto no fuera TAN caro, tendría que esperar dos meses, en ese lapso de tiempo estaría con el ya mencionado tratamiento. 

Por supuesto, al salir del hospital, lo primero que pensé fue... "no quiero". Y ha sucedido eso, que he estado en una mi gran negación desde noviembre pasado sobre este tema de la salud. Empezaron a pasar los días y semanas y todo parecía que como por arte de magia todo se reducía a una leve y cuasi imperceptible molestia. Empecé a pensar que quizá a los dos meses ya no sería necesario hacer ningún procedimiento. Soy bien tonta a veces.

La semana de la vacación, a mediados inició lo que me parecieron los días más largos en varios meses, el dolor era insoportable y la incomodidad atroz. Sinceramente, no hallaba qué hacer con este cuerpo que habito, no encontraba puesto y los analgésicos me dopaban al punto de pasar dormida a todas horas, pero no era un sueño reparador, sino como de terrible soponcio, fueron días en los que mi rutina era... levantarme, tomar agua, ir al baño y regresar a la cama. Tuve que zarandearme solita para salir de eso, fue así como un día se me ocurrió hacer lo que siempre me ha ayudado en tiempos de desolación: cocinar.

Nunca me he cuidado en serio, digo... la salud, como mal, duermo mal y vivo siempre con prisas y puesi... una no es de hule, quiérase o no, esta etapa de mi existencia es pura consecuencia de ir atrasando cosas. Pero pienso así cuando estoy en esos días de dolor, luego me olvido y empiezo a pensar que soy fuerte y que no tengo por qué pensar en procedimientos, raspados u operaciones. Soy bien energúmena conmigo misma. 

Ayer me dolía la espalda baja, supuse que la nueva rutina laboral me estaba haciendo presión en la lesión que hace años me hice gracias a una grada y no le hice caso. Cuando en la noche iba a casa con mi papá... sentí. Fue bien claro y preciso, fue como sentir, no oír, sino sentir cuando una manada de caballos se acerca... la tierra tiembla. A mi me tembló el vientre, en serio. Sentí como algo dentro de mí se movió y sobrevino el dolor. 

Pero este dolor no era como el dolor de una semana atrás, ni como el de enero, ni como el de diciembre. Era un dolor distinto, como más de patada, como más agresivo, como buscando pleito conmigo. Me asusté. Pasé 4 horas de dolor intenso, cada quince minutos veía el reloj, esperando que sin necesidad de ponerme la inyección que me dio el doctor "por si acaso", el dolor disminuyera. No pasó. Tuve que ponérmela porque hoy tenía que vivir de nuevo, venir a la oficina y leer, escribir y corregir. El dolor se fue. 

Emmety tiene razón, nadie quiere cambiar sus rutinas en estas situaciones, una quiere ignorar a los doctores y quiere pensar que nada sucede, que todo... afuera y adentro... sigue igual, normal, limpio. 

A lo mejor no solo necesito sanar mi vientre, a lo mejor tengo que aprender tantas cosas, entre ellas, aceptar que dentro de un mes debo obedecer a mi doctor.

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