domingo, 5 de enero de 2014

Rompió hervor

Algo se cocina, rompió hervor y su aroma llama a conversaciones de domingo, llama a hacer planes y soñar que todo lo puedo. Por supuesto, tuvo que pasar algunos días descomponiéndose un poco, seguramente hubo dolor, miedo y a veces oscuridad, pero era necesario que sucediera antes de transformarse.

Luego se mezcló con otros ingredientes que estuvieron esperando a que estuviera lista, se conocieron, se mezclaron y aunque algunos se parecían en su sabor, había otros que nunca se hubieran imaginado terminar mezclados con tal combinación... dulce y picante.

Lo dulce, aunque su sabor es agradable, fue precisamente lo que tuvo que descomponerse antes de este día, muchos creerán que para comer algo bueno solo es cuestión de tiempo, no. También implica la forma de preparación, los intentos fallidos y las mezclas inusuales, los desastres.

Hace unas semanas pensando en que cocinar es mi mejor manera de superar los malos ratos, decidí hacer mermeladas. Compre fresas y tenía suficiente canela para hacer esa extraña combinación, como era tiempo de festividades y no tenía dinero para comprar regalos para un par de familias que han sido muy generosas conmigo decidí compartir eso que salió de mi cocina.

El 30, mientras trataba de arreglar un día desastroso en mi oficina y que, al final, pude cerrar con buen término justo el 31, decidí comprar una piña. Sí. Compré una piña y dejé que se madurara al punto sin retorno de empezar a arruinarse. Recogí los estragos de gengibre que quedaron por ahí luego de una tos de chucho que tuve hace meses y hoy convertí piña, gengibre, azúcar y una taza de agua en mermelada.

El olor era espléndido, inundó mi casa y yo me sentí feliz. Algo se ha transformado y ahora es bueno. Creo que así es la vida, cuando tenemos días malos, en los que creemos que nada puede empeorar, luego los toques dulces que me regala Gabriela, con su cara de aflicción ante una realidad que no podemos cambiar de momento o los toques picantitos que me da Miguel con su compañía solidaria, con sus consejos y su "estar ahí" que a veces se resumen en solo caminar para ir a tomarnos un café. Yo soy esa piña, que a veces parece demasiado áspera, que se ve pasada.

Antes era bien fácil aislarme del mundo, volverme inmune a todo, a ensimismarme demasiado, pero ahora... ahora sé que algo viene y que será mejor.

Algo ha roto hervor, su danzar con el fuego nos dará la satisfacción de haber sido pacientes.

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