es el mote cariñoso-familiar de mi tía Reina, la hermana menor de mi papá. Hoy llega a los 42 años de vida, nos llevamos solo diez años, cuando la conocí, yo tenía un año, y cuentan las lenguas maternas, que solo gateaba, no me animaba a caminar sola, me agarraba de todo lo que encontraba en el camino, me detenía en las paredes y pegaba unos aparatosos aterrizajes forzosos, así que algo me decía que mejor no lo intentara.
Cuenta mi papá que el día que nos llevó a mi mamá y a mí a su pueblo, allaaaaá en el norte lejano de Chalatenango, al llegar mi tía Reina, que tendría para entonce 11 años, me agarró por su cuenta y me paseó por todo el pueblo empedrado. Me andaba chineada y me exhibió frente a todos los habitantes de San José las Flores, mi mamá en su espíritu sobreprotector le pedía a mi papá que controlara a su pequeña hermana. Por supuesto, desde entonces y como siempre, mi papá no le hizo caso.
Al regresar de toda una tarde de tour pueblerino traía en mi rodilla derecha un raspón sangrante, los ojos hinchados de llorar, los cabellos negros bien enredados y una paletilla de dulce de leche en la mano y... además... había aprendido a caminar sin apoyarme de nada. Todo gracias a mi tía Reina.
Así es, aprendí a caminar correctamente en el empedrado de un pueblo dormido... cuando mi tía se cansó de andar chineándome y me bajó para que caminara, suponiendo que yo ya caminaba bien.
Ahí anda la tía Reina, siempre divertida, siempre desfachatada, siempre pidiendo más locura, siempre pidiéndole más aventuras a la vida.
Feliz Cumpleaños Tía Reinura.
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