viernes, 24 de junio de 2011

Nuevamente

me encuentro con la hora de la tristeza, las 3:30 nunca fue una buena hora para estar despierta.Lo sé y mi organismo insiste en estar activo a esta hora. ¿Será que tengo que resolver varias circunstancias y a esta hora será más fácil? A saber...

Me aburro, solo eso sé.

Me aburro de la vorágine, de la cantidad de gente a mi alrededor, de las tareas atrasadas, de los fantasmas de ayer, de lo viajes eternos, del frío de la madrugada. Me aburro de todo, de las pláticas extensas y cansadas, de las exigencias afectivas que no quiero solventar, de las necesidades propias.

Y me preocupo, porque no debería de aburrirme, pero así sucede... el trabajo, la familia, las consultorias, una amistad desquebrajada, el correr, el susto, el miedo, el encontrarme sola de nuevo, la música insidiosa que no se larga y me recuerda madrugadas de septiembre que no deseo recordar.

Y los proyectos, las responsabilidades, mi familia, las amistades, los conocidos, los cipotes, los adultos, la gente de la Alcaldía, los compañeros de trabajo, los examores, los examigos, los "perifericos"... todos, todos y cada uno me exigen una sonrisa al amanecer y ninguno se imagina que paso en vela durante semanas enteras, que mis neuronas van muriendo, que mi organismo se deteriora, que mi cordura ya no es cordura y desearía decirles... que no, que no quiero sonreír, que quiero estar lejos...que nadie me atrape, que no me retengan, que no me digan "tenemos que terminar tal cosa", que no me pidan explicaciones a mis ojeras, que no me pregunten por futuros que no llegan aún.

deseo decirles que, de nuevo, quiero escapar.

deseo decirles que, de nuevo, el espanto se ha instalado en mis madrugadas...

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