lunes, 15 de agosto de 2011

Fernando

o a lo mejor este post debería de titularse "de cómo odio a los niños" o a caso "Herodes tuvo toda la razón y es un incomprendido", pero no... se llama así. Fernando.

Formalmente lo declaro, odio a los niños, por supuesto no a todos, pero si a la mayoría y resulta que Fernando es la personificación rotunda de esos a los que si odio.

En vacaciones de agosto hice lo que nunca hago, me quedé en casa, no salí y me dedique a la vida silvestre en casa de mi madre, eso me dio la oportunidad de conocerlo. Fernando, a sus escasos 4 años se ha agenciado el título del hombre más odioso que he conocido hasta el momentos, perseguido peligrosamente solo por los "Ex's" de mi vida.

Tiene 4 años, es chelito, el cabello mal cortado por mi sobrino y oh sorpresa! Sebastian tiene el mismo corte de cabello gracias a el experimento que realizaron hace un mes uno con el otro. Fernando aunque es de la misma edad que Sebastian, éste es más alto, peligrosamente más alto.  ¬¬

Al inicio pensé que mi desagrado por el infante en cuestión era una cuestión meramente mía y esa mi maña de odiar a los niños gritones, matones y pelioneros... pero no... resulta que mi madre y mi hermana (madre de Sebastian) que son una especie de madres adoptivas de todo aquel niño/niña desamparado/a, ellas que son el amor materno personificado, ellas también lo odian!

Está grave el asunto pensé.

Es tosco, algo torpe y definitivamente me alegra saber que mi querido Sebastian, por muy "tlemendo" que sea, ocurrente y travieso, aún posee inocencia infantil, cosa que Fernando ya no tiene desde hace ratito según mis cálculos. Es bullisto e incapaz de muestra de afecto sano, es mal hablado (superando en gran medida a cualquier adulto con los sesos medianamente sanos), es invasivo más allá de los límites, indiscreto e irreverente. No tienen idea la manera en que lo odio... es en definitiva... odiosísimo.

La familia se fue a Metalío desde el miércoles y yo quedé al cuido del territorio familiar, una mañana lo sorprendí (y me sorprendí yo también) a buen 6:30 a.m. pegado a la ventana del cuarto de Sebastian... "¿ya se levantó Sebastian?" ¿Qué familia tendrá este niño que le permite estar fuera de la casa desde las 6:30 a.m. y no se preocupan por él ni siquiera a las 8 p.m. cuando mi hermana (en un par de ocasiones y bajo la lluvia) lo ha llevado de regreso? "no está" contesté yo sin darle mucha explicación. Bajó la mirada y dijo "no voy a tener con quien jugar", lo dijo tan triste que se me encogió el corazón "diafello" y tragué grueso. "¿ya desayunaste?" pregunté, negó con la cabeza. Siguiente escena: Fernando y yo desayunando pancakes con jalea y mantequilla. Entonces lo conocí un poco más, más allá de su ser latoso... supe que tiene un hermano y una hermana, ambos mayores que él, su papá no trabaja y su mamá trabaja por los dos, no va al kinder y le tiene miedo a los murciélagos. No lo abrazan habitualmente y su mamá le da besos solo en la frente (según sus palabras).

Le escuché y le expliqué que Sebastian no regresaría hasta el domingo, a lo que dijo "hoy es miércoles... ¿mañana es domingo?" No... y ahí estaba yo explicándole que después del miércoles viene jueves y luego viernes y luego sábado y luego domingo. Él solo me miraba con sus enormes ojos. "lo voy a extrañar" dijo bajándose de la silla. "ya me voy" dijo abriendo la puerta de la casa, salí a encaminarlo, le dije adiós y al verlo alejarse pelota bajo el brazo me dio ternura su pelo mal cortado, sus shorts rotos y sus chancletillas sucias. Olvidé que lo odio con mi alma enardecida y le dije adiós con la mano y me pregunté muchas cosas de ese niño osco y oscuro. Nada importaba en ese momento, él se dedicaría a extrañar a su amigo y yo trataría de ser empatica con él desde ese momento.

Nos vemos Fernando.

No hay comentarios: