Luego de almorzar con Myrna, me dirijo presurosa a pagar recibos y a hacer tramites menos ostentosos que no llevan a nadie a la trascendencia ni le agencian a uno un puesto en la historia. ¿Les ha pasado que en ese jelengue se les antoja el postre que no comieron después de la comida? A mi si.
Busqué dónde sentarme, colocar despacio y sin prisas mi ser, procurándome un toma corriente cercano, porque la niña anda malita y se apaga cuando ya no quiere y yo la obligo y qué mala gente soy con la niña! u_u
No recuerdo desde cuándo deseaba comer pastel, la amable señorita mesera se acerca.
"un americano de 8 onz y ¿tiene pastel?" "Sí, ahorita le muestro de cuáles". Se marcha presurosa... inmediatamente aparece bandeja en mano... con seis opciones: chocolate, zanahoria (Guaaaaaaaaaaácala), pie de manzana, Strudle de manzana (a saber si así se escribe, pero así le escuché "mentarlo"), vainilla y... moka.
"Moka" elegí, se marcha de nuevo y minutos después aparece con un ostentoso plato blanco de cerámica, en medio habitaba mi trozo de pastel, hermoso, espolvoreado de canela, rodeado de zurcos de chocolate líquido, acompañado de una flor hecha de crema batida con dos hojitas de menta, todo "veriquiut!", como arma letal de destrucción un mini tenedor de acero inoxidable.
Inserto el mini tenedor en el pastel, sin complicaciones separo un pequeño trozo y lo llevo a mi boca... es una delicia, es cremoso y suave, con un dejo de café al fondo y un montón de personalidad, no es dulce empalagoso, ni tampoco desagradable, es como día nublado sin lluvia, fresco y con ganas de ser buen recuerdo de tarde de compensatorio, deja en mis labios una invisible película de control. Soy feliz con mi trozo de pastel, creo que ha sido la mejor relación de amor que he tenido en años.
"Moka es una buena elección" me digo a mí misma, mientras contemplo cómo se va reduciendo la porción gradualmente. "Lastima que dure tan poco tiempo" concluyo con el 20% del trozo de pastel en el plato y me le quito la atención al asunto de harina, huevo, azúcar y café en cuestión y decido escribir sobre ello y para variar se acaba pronto el gusto, como pasó con el pastel mismo, como pasó con el último libro leído o el último cuento escrito, como el último orgasmo, como el último cielo celeste, como el último beso, como la última fotografía. Todo se vuelve efímero.
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