Es mi roommate acá en Suchitoto,
es japonesa y fisioterapeuta… tiene 32 años y quiere recorrer el mundo, le creo
porque eso de venirse desde su tierra hasta este pueblo alejado de la
tecnología es prueba de ello.
No platico mucho con ella, aparte de escudarme en las barreras del
idioma, donde solo podemos intercambiar frases sueltas en inglés rudimentario,
ambas pasamos suficientemente ocupadas como para no cruzarnos los caminos.
Pero resulta que anoche
coincidimos. La niña Tita, administradora de la casa, no vino a acompañarnos
como acostumbra, así que nos dimos a la tarea de buscar comida por nuestra
cuenta y conversamos.
Me preguntó sobre mi trabajo,
sobre mi familia y sobre por qué estoy acá y no en San Salvador, por mi parte
también la interrogué un poco a cerca de sus razones de estar en este país
convulsionado y caótico. La conclusión a la que ambas llegamos, sin ahondar
mucho, es que queremos enamorarnos de la vida.
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