¿Nunca se han puesto a pensar en
todo lo que tuvo que pasar para que las cosas llegaran a sus manos? No solo me
refiero a cuestiones del orden de producción de los objetos, sino también en el
proceso de ser designados a ustedes.
Táchenme de romántica, les doy
permiso, pero yo sí. Por ejemplo, pienso en todas las manos que tuvieron que
sostener los libros que ahora están sobre mi mesa, o el camino que tuvieron que
recorrer mis cd´s hasta llegar a este espacio en Suchitoto, o todos los dueños
previos que tuvo el cuadro del Che que ahora me observa.
Luego pienso en estas paredes que
me rodean. ¿Cuántas personas estuvieron antes que yo en esta habitación? ¿quién
pintó estas paredes? ¿quién puso cada uno de sus ladrillos?
No soy mujer de rituales, ni de
amuletos, pero (en secreto) siempre que estoy lejos de casa traigo algo que me
los recuerde, así que desde hace años, en mi maleta, un pequeño calcetín de
Sebastián me acompaña, fue de sus primeras prendas, a mi me lo recuerda no solo
chiquito, seco y enfermizo, sino que me trae de golpe, cada amanecer, todo el
amor que le tengo.
También pienso no solo en la
historia previa de las cosas, también pienso en la historia que tienen aún
cuando ya nos han encontrado. Los años que pasan en nuestra posesión, se
conjugan perfectamente con nuestros horarios, con nuestras rutinas y los
espacios que abrimos para habitar, se acomodan en su lugar y nos ven pasar
constantemente, siempre pendientes de nuestras necesidades, siempre atentos a
nuestros cambios de humor, siempre viendo cómo nos debatimos en el oficio de
ser adultos, olvidando un poco al infante que nos hace decir sandeces o que nos
mete en problemas por andar de creativos.
A mí no me queda más que observar
todas estas cosas que me rodean, las cosas y su forma sutil de dejarse poseer,
de construir recuerdos, su tiempo útil, su tiempo de afecto y su forma de recordarnos
que estamos vivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario