Tengo una teoría, cuando a mi cuerpo se le ocurre recordarme que soy mujer, de la manera más fácil que tiene, que viene siendo algo así como una patada hormonal, me sucede que me pongo más fantasiosa, me hago preguntas "tontitas" y divago. Guardo mi ser gruñón y me dedico a ejercer un poco la pre-adolescencia que fue la época en la que más me enfrenté a preguntas sin respuestas.
Por ejemplo, en estos estados ya me he preguntado por qué las nubes se forman, o si Prudencia Ayala es una versión autóctona de Rosa Luxemburgo, he buscado fechas que me gustan, solo por el gusto de que me gusten, porque realmente nada importante ha sucedido en esas fechas... que vienen siendo como tres o cuatro al año. También me da por ser más "contemplativa" en algunas cosas, por ejemplo... veo más estrellas, más nubes y el lago, que es mi vecino, se me hace encantador. Sino, también empiezo a recordar gente: en la amiga que aún extraño, en los besos de él, en los abrazos de mi sobrino, en el olor de los alimentos que prepara mi hermana.
Obviamente los adultos no pueden sobrevivir en un mundo como éste siendo así. Una tiene que ser seria, pensar en manuales de personal, listas de asistencia, en redactar proyectos de gestión de fondos, en revisión de planes de estudio, en los presupuestos anuales y el lobbie político, en eso debe pensar una... pensar en qué caro está todo, en que debe pasar consulta por este pinche dolor de estómago que la acompaña desde el martes, que debe multiplicarse para estar en tres lugares al mismo tiempo y de paso también debe pensar en cómo está la familia y en las necesidades de otras personas.
Entonces, mientras me encuentro tirada en mi cama, en la noche... con la ventana abierta, para que el viento tempestuoso, previo a una gran tormenta, entre y se lleve mis pensamientos de "tipa rara", prometo ser adulta, ya no andar fijándome en estrellas o diciendo en voz alta estos pensamientos... y lo decido... prometo ser cínica.
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