“Lo que había y lo que
hay,
lo que me falta y lo
que tengo,
lo veo todo cambiar…
Es en futuro…
todo es futuro,
todo lo que quiero a
penas va a llegar,
todo lo que quiero a penas
va a empezar…
Mira la vida…
abriéndose camino,
Mira la vida…
diciendo que sí,
es la vida… y contigo
dice sí.”
Julieta Venegas
Inicias el día antes que el sol salga, armas tu maleta, llenas de
expectativas tu maleta, tomás todo eso y salís al mundo, abandonas el hogar
materno y te adentras en la solitaria y oscura calle que te lleva lejos. Tenés
el reto de repartir mil besos, te has vuelto cursi, pero te lo perdono… de
momento… la vida no pudo darte mejor escarmiento ante tu sarcasmo irritante,
ante tus ínfulas de autosuficiente. Tenes el reto de terminar, avanzar e
iniciar muchas cosas en tu trabajo, como siempre ordenar tus ideas no ha sido
el día de campo que deseas… te perdono… de todos modos yo vivo en tu mente y
acepto mi mala jugada de no dejarte pensar, como ahora que vas en la carretera,
viendo cómo el sol va saliendo tras el volcán.
Llegas al punto acordado, esperas
a tu jefa, la esperas y mientras das los primeros tragos de café, pensas que
ella es valiente, se enfrenta a problemas que implica a su familia enferma, a
sus subalternos locos y los muchachos que la ven con admiración como vos,
pensas que enloquecer sería una vacación para ella. Pensas que la admiras y te
das cuenta de algo terrible, le estás tomando cariño e inmediatamente te
acordas de la última mujer/amiga a la que le tomaste cariño, la tristeza llegó
de golpe. Porque a estas alturas ya no sabes si la extrañas, si estás enojada y
si es conveniente andar queriendo gente. Sos tan escéptica y lo peor es que no
logras llegar a una conclusión y en cuanto tu jefa se estaciona para que podás
subir, alejas este pensamiento porque no es bueno que las demás personas se
enteren que te duelen las cuestiones del corazón y menos si esas cuestiones no
son románticas, sino de esas cuestiones de afecto fraterno. Sos tan débil.
Recorres otros 45 kilómetros para
ver a los chicos, a tus compañeros de trabajo, a otros que quieren hacer algo
lindo con este proyecto y empezás, desde lo que podes y lo que te deja el dolor
de oído, hacer lo necesario para que las cosas avancen. La inestabilidad
empieza a incomodarte, pero algo sucede, luego de correr, ver, analizar,
dispersarse y volver a reunirse, te encontrás en una reunión, donde la persona
menos esperada dice “no podemos cancelar
una función, allá, en aquel cuarto… hay veintitantos muchachos que creen en
esto”. La inestabilidad se marcha como perro con la cola entre las patas.
La función debe seguir, porque la vida sigue.
Empezás a sentirte cansada,
recordás de golpe que no dormís desde hace dos noches. Entras al salón de
clases, tus once alumnos están viendo una película que les dejaste para su
evaluación, todos están concentrados, algunos toman nota, otros se maravillan
con Tchaickovsky, otros, al verte, te saludan y te dicen, con un gesto, “acá
hay una silla, véngase”. Ya no te acordabas de esta sensación, siempre te lo
dije, no tenemos que alejarnos de esto, de la educación, de la cultura, nos
hace bien estar cerca de los chicos y chicas.
Termina la película, en medio del
desparpajo de la salida de tus alumnos, de repente aparece alguien y te dice
“hola” desde el otro lado del monitor. Silencio. Al fin, por primera vez desde
las 5 am hay silencio y con tranquilidad de adentras en la conversación a
pausas que habías sostenido en ciertos momentos del día, todas las emociones
fuertes del día han pasado ya, con tranquilidad hablás con él, te das cuenta
que durante el día te ha recordado tomar tus medicamentos, te da pistas de
agenda para que no se te olvide escribir, corregir y enviar documentos, saludar
y ser gentil con la gente, lo único que no logró recordarte, porque el pobre no
da para más con tu mente de hámster, fue recordarte traer las llaves que
siempre te acompañan… y luego de despedirte de él, salís al patio, constatás
que todos se han ido ya y que estás encerrada en la escuela… ¬¬… sos un
desastre, llamas por auxilio, que alguien llegue a abrirte la puerta.
Llegas, luego de 14 horas, a tu
otro recinto, por supuesto, tampoco tenés llave para entrar a tu cuarto,
empezabas a estresarte, cuando te das cuenta, al fin te cambiaron al chapa de
la puerta, tenés suerte de vez en cuando bicha… encontrás la nueva llave en el
cerrojo, hasta trae un llavero para que no se te pierda. Aprendé a no olvidar
la llave.
¿Creíste que ya se había acabado
el día? Sos ingenua con ganas. Sos una ternurita a veces… casi siempre, aunque
no te guste admitirlo, ya te había recordado él que tu roommate se marcha
mañana y vos no compraste el pequeño detalle para que la japonesa se lo lleve,
te cambias a la carrera, le llamás a tu alera de estos rumbos para que te
acompañe a comprar… (agarrá la llaveeee!!!), salís con la excusa de ir a la
farmacia.
Encontrar un lugar dónde comprar
algo lindo a las siete de la noche en este pueblo es cosa imposible, no hubo
más remedio que ir por una crepa, pensaste y tu alera aceptó… ¿es posible que
dejen de hablar del trabajo?, si, yo entiendo, están presionadas, vos y ella
están gestando la reingeniería de este bolado, pero la vida es más que esto,
por mucho que te apasione, ya son casi las 8 pm y siguen dándole vuelta al
manual de funciones de la escuela, mejor platiquen de… de… del calor hijueputa
que está haciendo, de… de… del novio de ella que está en Estados Unidos… de…
de… de moda… de… de… de películas… va ta bueno, te doy permiso de salir corriendo,
la conversa se está poniendo demasido girly para tu gusto. Es cierto que
queremos mejorarte la interacción social, pero no convertirte en una de esas
personas altamente sociables.
Caminá para tu casa, tu hermana
te llama, te pregunta qué tal estás, si te has tomado las medicinas, que qué
tal llegaste… te das cuenta, tu hermana y vos son mujeres muy distantes al par
de niñas que peleaban cada tarde hace veintitantos años, son un par de
sobrevivientes y lo reconoces: estás feliz de que así haya sido.
Llegas a la casa y ves un mensaje
en tu celular… “ya te toca medicina”, y sonreís, no por la medicina, pensas que
tenés una enorme suerte, este tipo se da a la tarea de recordarte la mejor
manera de no morirte; durante esas 15 horas de vida te ha recordado… “llamale a
tu jefa” para ver qué tal salió la operación de su mamá, “comprale algo a
Kasio” para no ser un ser humano que solo cenó de vez en cuando con ella, “hace
una lista de lo que tenés que terminar” para que tu trabajo sea mejor y más
fructífero… de paso te da ideas de ingeniero loco porque vos y esa tu mente
lingüística no te da para mucho cuando hablamos de escenarios móviles y mejor
le llamas, salís al patio, en compañía de los perros, buscas el mejor lugar
para la recepción y lo encontrás, debatiéndose en cuestiones básicas y
domésticas como encontrar el control remoto de la tele y hablás con él de las
mismas cosas de siempre… ¿ya te fijaste que le llamaste por teléfono? Vos odias
hablar por teléfono, lo haces si no hay diotra
y en mensajes breves y concisos y aquí te tenemos, parloteando de cualquier
tontera sentada en el patio con la “Osa” echada a tu lado. Sabes que merece los
mil besos que el enviaste esporádicamente durante este día tan horrible y
cansado. ¡Cómo es la vida, verdad!
El día ha terminado, son las 10
pm, tenés que dormir, aunque las estrellas
estén estupefactamente hermosas… tenés que entender que mañana habrá otras 24 horas y que la vida seguirá ahí. Buenas noches.
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