miércoles, 12 de junio de 2013

El delicioso humo de la rebeldía

Hace unos días conversábamos con Miguel sobre el paso de los años, claro... hablábamos a raíz de tratar de comprender a gente aún mayor que nosotros, siendo que nosotros no somos ningunos jovencitos.

Es cierto, el paso del tiempo nos hace menos flexibles, nos vuelve intolerantes y sacamos el sarcasmo como una fina espada que no hay que desenvainar a la primera provocación, pero seguros de que si la desenfundamos, solo habrá un muerto: el adversario. 

También es una realidad que nuestras rutinas nos envuelven de manera engañosa y nos convertimos en adultos ocupadísimos, distraídos de las cosas bellas que tiene la vida... pinche tiempo.

Esta mañana venía caminando para el cuartel general cuando vi a un par de muchachitos (cipote y cipota respectivamente) con aspecto desaliñado, con ropa muy relajada y con un cigarro cada uno, estaban sentados en la acera y tenían el aspecto de los trasnochados; no eran ni las 7 de la mañana cuando vi la estampa aquella. Por supuesto, mi lado adulto me jugó una mala pasada y lo primero que pensé al verlos fue: "Ve estos bichitos! fumando en plena madrugada!". No acababa de pensar eso cuando vino a mi recuerdo mi propia imagen a los 23 años, caminando hacia el colegio donde daba clases, llevaba un cigarro y una de esas tazotas térmicas con mi café... me daba el lujo de bajarme en la Nacional y caminar hasta el colegio, eso son como dos kilómetros, a veces llegaba luego de noches enteras en vela, ya sea leyendo o estudiando. La vida era simple y relajada. Fumaba, bebía los fines de semana, viajaba seguido y me daba el bárbaro lujo de la rebeldía, llegaba si quería y sino quería me quedaba estancada en mis citas. El único lugar/obligación que me detenía en un horario fijo era el colegio. De ahí, la vida era una maravilla que tenía que descubrir. 

Yo era aquella muchachita desaliñada que vi esta mañana, estaba acompañada por algún pretendiente o amigo fiel... veía el amanecer con desfachatez... justo a la cara, como retándolo a sorprenderme. Era joven. 

Ahora que estoy en mi segunda juventud, a la mitad de los treinta... me lo pienso mejor cuando voy a tomar decisiones, busco trabajos más estables, he dejado de fumar y me tomo una taza (pequeña) de café a la semana... el cuerpo no me responde como antes y veo con "malos ojos" a los jovencitos que fuman antes de las 7 a.m.

He terminado siendo una anciana de 80 años, con solo 35. :/

Creo que necesito emborracharme en serio de nuevo, volver a la rebeldía de mi corazón desaforado o escuchar esta canción en loop... o lo que mejor resista mi cuerpo.


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