jueves, 12 de diciembre de 2013

Carta para decir adiós definitivamente

Querida E:

Podría iniciar esta carta con un "Hoy te vas a ir para siempre. Lo prometo", pero no. Prefiero iniciar diciéndote que te he extrañado tanto, tanto como el primer día en que ya no contestaste ni mis llamadas, ni mis mensajes, ni mis correos.

Siempre he pensado que ser amiga es una cosa difícil, una tiene que tener tacto, solidaridad y lealtad y a veces es imposible, me ha faltado el primero. Creo que a ninguna se nos dio demasiado. ¿Te acordás cómo nos conocimos cuando íbamos a noveno grado? Precisamente fue por la falta de tacto en algún recreo cuando dije alguna tontera respecto a las niñas nuevas que venían de colegios de monjas y que no serían capaces de graduarse con nosotros. Por supuesto, de todas esas niñas nuevas de colegio de monjas, solo vos te graduaste. Porque eso siempre has tenido... a parte de una inteligencia muy grande... una perseverancia más grande aún.

Teníamos 14 años en ese entonces, no sabíamos nada de la vida y estábamos jugando con las emociones, como cuando los gatos juegan con los ratoncitos antes de devorarlos. Crecimos juntas. Lloramos, reímos y nos enamoramos, nos acompañamos en los desamores, en los conflictos familiares y en la muerte de tu papá. 

Crecimos juntas, estudiando, trabajando y desapareciendo largas temporadas para que la otra se dedicara a explorar otros terrenos y al juntarnos de nuevo contarnos lo maravilloso que había sido vivir. Viajamos, les tomaste cariño a mis hijos y llegamos a las puertas de los treintas como si fueramos las mismas adolescentes de 1993, compitiendo entre ambas solo para verificar que una admiraba a la otra. Comprobando que convertirnos en mujeres había sido un arduo trabajo.

Reconozco que han sido las personas a las que les he creído que realmente me han tenido amor, vos sos una de esas. Siempre pendiente de mi salud, que toda la vida ha sido una mierda, pendiente de ver cómo me bajabas los triglicéridos o de ver la manera de hacerme dormir. Debo admitir que es por vos que sobreviví a la crisis de insomnio más grande que he tenido. Fuiste vos quien me metió al carro y me llevó al hospital luego de casi 18 días sin dormir. Me dejaste en manos de mi familia y te retiraste, vos también estabas cansada. Comprendí que necesitabas espacio, siempre tuvimos claro cuando estar y cuando no estar. 

Cuando nos reencontramos yo estaba mejor, tenía trabajo y vos estabas feliz. Volvimos a ser las niñas que nos gustaba ser, a las 4 p.m. nos despojábamos de los tacones, los blazers y huíamos a ver el atardecer mientras bebíamos, no importa si ron, café o coca cola, en realidad nunca importó qué hiciéramos juntas, siempre era lindo tener tu compañía. Siempre era lindo comprobar que te amaba y que vos me amabas.

Pero como te dije antes, ser amigas a veces es difícil, entre las dificultades más grandes está perdonar, creí que algunas cosas estaban habladas y solventadas, pero no fue así. Hasta que una mañana de febrero sacaste al horrible animal oscuro que había habitado en tu corazón durante años. Te entendí, te lo prometo. Comprendí cómo te sentías y te pedí una disculpa, nuevamente. 

Desde entonces han pasado 22 meses y muchas cosas. Buenas y malas, más buenas en realidad. Te escribí varias veces, pidiendo más disculpas, invitándote a varios eventos importantes en mi vida y que tuve que vivirlos sin vos, en tu cumpleaños, en fechas especiales. Siempre tu silencio. Decidí no escribirte más, pero vos te quedaste en medio de este silencio previo a que se me salgan las lágrimas al extrañarte.

Cuando conocí a Miguel me contó que su mejor amigo había muerto un año antes de encontrarnos nosotros. Ahora él sabe que mi mejor amiga no se ha muerto, pero que ya no está. Que, estúpidamente, termino contándole cada anécdota que vivimos juntas y una vez me lo dijo, no entiende cómo es que no logramos ser amigas de nuevo. Es simple, vos ya te fuiste. La que no te ha dejado irte he sido yo.

Esta mañana pensé en eso. Es buen tiempo para dejarte ir. Atesorar lo que debo atesorar porque sos de las personas, fuera de mi familia que mejores recuerdos me ha dejado, pero este atesorar solo será para mí, ya no mencionaré tu nombre, ya no esperaré a que aparezca una carta tuya en mi correo, ni tampoco contaré "la vez que E y yo..."

Es hora de decirte adiós definitivamente, de cerrar un ciclo que no había querido cerrar (quizá estúpidamente), de dejar de pensar... "si E estuviera aquí..." cada vez que los chicos invaden mi casa, de ponerme melancólica cuando escucho ciertas canciones, de esperar a que regreses. Hora de que cada vez que sueñe contigo, como anoche, te de un abrazo de despedida, hasta que dejes de llegar a mis sueños.

Reitero el amor que siempre te he tenido, desde aquel recreo en que nos peleamos por primera vez. 

No hay comentarios: