domingo, 1 de diciembre de 2013

De música, días con viento y extrañarte... todo al mismo tiempo

Ayer tuve una entrevista... por primera vez, luego de muchísimas entrevista que me ha tocado hacer, me hicieron una entrevista a mí, pasé con mi entrevistadora hablando casi tres horas. Ella, junto a su equipo de trabajo, están haciendo una investigación sobre un tema muy interesante: el amor entre los 35 a los 50 años.

Como soy parte de la pequeña población que iniciamos relaciones amorosas entre esas edades pues ahí me tenían, conversando sobre qué se siente eso de tener pareja reciente a los 36. 

En tres horas pude recordar todo lo que ha sucedido con Miguel, desde su primer comentario acá en este blog hasta la tarde del viernes, la que pasamos juntos, acostados... totalmente dormidos porque el cuerpo nos exige descanso luego de semanas de trabajo arduo y entender que el cuerpo ya no es el mismo, que el ritmo nos ha cambiado desde los gloriosos años veintes cuando "cansancio" era una palabra lejana. 

Hacer ese recorrido temporal pudo darme luces claras sobre "esto" que vivo con un hombre de 47 años, padre de familia, trabajador y medio loco (como yo), me dio una visión amplia de lo que planeamos, los sueños que compartimos... pero también me dejó pensando en algo... en lo que cada uno desea de un futuro no tan lejano. Es decir, él puede tener ciertos planes, ciertos deseos sobre lo que el quiere de este tiempo compartido. Pero también yo los tengo y pueden ser un poco distintos. Es la forma que tenemos de ser individuos independientes y autónomos, que es... al final... una de las grandezas que tenemos entre nosotros, no perdernos en el otro. 

Pensé mucho... en las cosas lindas, en las cosas que no fueron tan lindas que digamos, en los momentos de soledad, los de solitariedad y en los momentos en los que logramos vernos, en nuestras conversaciones en skype, en sus consejos, en mis enojos, en su cara de serio, en sus manos y en mi cuerpo. Pensé en las mañanas en las que amanezco a su lado y las muchas otra en las que solo puedo extrañarlo cuando sale el sol. En los libros que leemos, en los que deseamos comprar y los viajes que tenemos pendientes. En la música que nos une.

Al regresar a mi casa le mandé un mensaje, él estaba saliendo de la graduación de su segundo hijo. Sé perfectamente que, aunque él insistió en que eso era una "ceremonia aburrida y normal", estoy segura que en su interior estaba orgulloso y feliz por su muchacho. Estaban por cenar y me dio alegría que estuviera con sus cuatro hijos. Son el gran amor de su vida. Le dije lo que tenía que decir y me despedí. Yo me deshice del sueter, de los zapatos y puse la canción que una vez me asignó, abrí la puerta del balcón y salí. El viento me abrazó, hizo danzar mis cabellos y yo dije su nombre en un susurro. Extrañándolo. 

El amor es así, aunque se manifiesta de maneras distintas según nuestras edades... siempre es el mismo. Algo que se deja a merced del viento y que nos hace pronunciar un tan solo nombre mientras la música suena. 

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