lunes, 16 de diciembre de 2013

La familia que llega

Dos escenas...

Escena 1:
Domingo antepasado, luego de una juerga histórica mi casa parecía campo de batalla... es decir... muertos por todos lados (latas de cerveza y una botella de pisco a medio morir) y heridos por todos lados (gente dormida en el sillón, en la cama)... Las últimas heridas se levantaron a eso de las 7:30, se bañaron y se fueron, solo quedamos Miguel y yo en plena disposición de dormir hasta que la cama nos escupiera.

De repente... escuché un ruido, me pareció que era alguien que tocaba la puerta de la casa, luego el silencio, cerré los ojos y en ese instante... si, alguien tocaba a la puerta, me asomé a la ventana y vi el camión de mi papá abajo. Se me fue el alma!

Regresé a la cama y le dije a Miguel de la visita. Bajé y me encontré con la sorpresa de que no solo mi papá estaba esperando a que abriera la puerta, sino también mi mamá. No tenía esa sensación desde que en cuarto grado dejé un examen de formación cristiana y llamaron a mi mamá para decirle y preguntarle por qué no había hecho la primera comunión. Soy tan pecaminosa... y mis padres lo saben.

Entraron, llegaron a razón de ir a dejar algunas cosas a mi hermana, Gabriela con el susto en la cara me murmuró que ella no sabía de la visita inesperada, como para evitar que la regañara cuando se fueran mis papás, en un descuido subí a mi cuarto donde dejé medio dormido a Miguel, cuando subí estaba poniéndose la ropa y me soltó la frase más inocua que me ha dicho en casi dos años de conocerlo: "si me encuentran, que me encuentren vestido"... era como sentencia de muerte en tiempos de guerra. Lo besé y me fui hacia abajo otra vez, estratégicamente me senté en las gradas impidiendo que subieran.

Mi papá y sus frases míticas... al ver todo el laterío... "¿has puesto negocio?" o_O Por supuesto, con él es mejor agarrar la "broma" en el aire y seguírsela... obviamente no le mentí, le conté que varios amigos y amigas habían llegado una noche antes a cenar y que habíamos bebido. No le mentí, eso fue lo que sucedió, lo que no "sabía" era que Miguel seguía en la segunda planta, con un plante de goma como el que yo andaba. De repente... solo se escucharon dos golpes... pun... pun... en ese instante pensé..."Miguel se quitó los zapatos".

En efecto, cuando volví a subir, ya cuando se habían ido mis papás vi sus pesados zapatos de hombre tirados. Me dio ternura verlo acostado boca abajo, esperando a que los padres de la loca con la que duerme de vez en cuando se fueran, en la espera y gracias a la goma, se quedó dormido.

Escena 2:
Ayer, ocho días después de esa escena pseudo chistosa volvieron a llegar mis papás a mi casa, por supuesto, hoy si me avisaron con tiempo y además Miguel no se había quedado a dormir. Encontraron limpio y ordenado. Sin vestigios de borracheras y excesos.

Fue lindo verlos, hacer un mandado con ellos y regresar a mi casa, cocinar y comer juntos.  Al fin vi a Sebastian, tenía casi dos meses de no verlo.

Por supuesto, mi papá pasó ocho días pensando cómo tocar el tema. Lo conozco, sé que se enfrentó (de nuevo) al terrible momento de ver cómo preguntarme o cómo decirme ciertas cosas. Ya me lo ha dicho Miguel, ser papá es una cosa difícil. Y le creo.

Este domingo mi papá me preguntó directamente por Miguel, ese hombre que sabe que existe desde hace más de un año, pero del que nunca había podido hablar sin hacer un chiste. Porque resulta que mi casa está impregnada de su presencia... su cepillo de dientes, un par de camisas, un hermoso traje negro, su pijama, la garrafa de Cadejo, las jarras que me ha heredado, la cacerola de barro, las películas que me ha regalado y que estoy mirando de nuevo. Y este otro hombre que me ha amado desde siempre andaba preocupado, viendo la manera y las palabras adecuadas para preguntarme algo básico... "¿te trata bien?" No quería saber nada más, ni quien es, ni qué hace, ni de dónde viene y hacia dónde va... no, eso para él es una cuestión secundaria... lo que quería saber mi papá es si este hombre que coexiste conmigo de vez en cuando no me maltrata, no me grita. "Es una buena persona". Le dije a secas.

En eso mi madre apareció de algún lugar y por supuesto reventó la burbuja en la que nos encontrábamos mi papá y yo, no pude agradecerle su preocupación. Esa preocupación que siente desde que entré a la adolescencia.

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