sábado, 7 de diciembre de 2013

Saber, no saber y la manera en que termino siendo una tonta

La vanidad me dio por el lado menos vistoso.

Ayer, a la hora del almuerzo, solo estábamos mi compañera más coqueta y yo. Me tocó interactuar con ella. Si, lo digo con toda la odiosidad de la que soy capaz, porque sus preguntas desatinadas pidiéndome una explicación (SENCILLA, POR FAVOR) de quién era ese viejito negro que se acaba de morir, porque según ella no es posible que haya tanto revuelo, a menos claro que fuera una persona importante... y me muerdo la lengua y le explico con toda la tolerancia posible que... primero... vivió en Sudáfrica, que ahí hace años era pura mierda vivir, que había desigualdad, ignorancia y mucha pobreza, que había un sector de la población discriminado y que él era parte de ese sector, que abogó, luchó y buscó la igualdad... que lo metieron a la cárcel, que pasó mucho tiempo ahí, que cuando salió casi 30 años después le dieron el Nobel de la Paz, que después fue presidente de su país y que le apostó a los deportes para la unificación del pueblo. Mientras ella me mira con sus ojos hermosamente pintados y me dice... "a vos se te vieran bien chivas unas luces en el pelo... es que lo tenes tan bonito" o_O

Por supuesto lo malo de ser una agrandada de mierda es que escucho esos comentarios y pienso que no quiero ser como ella, quien no ve las noticias al mediodía para informarse del acontecer mundial, sino para ver el maquillaje de las presentadoras, su ropa y contar que la tal presentadora está embarazada y que por eso se ve tan gorda, hasta que la veo más allá de esas superficialidades y me traigo a mí misma a la tierra de las orejas.

Ella es una mujer que en nada se parece a mí, que nuestras historias son tan disimiles que no sería posible pensar que compartimos la mesa cada día de lunes a viernes.

Al contrario mis vanidades son otras... me encanta generarles conflicto emocional a esa parvada de mujeres al decirles que una no necesita el vínculo matrimonial para amar, que una puede optar por no ponerse el "de" o que mejor aún, que nuestras parejas deberían generar impacto cuando se pongan nuestros apellidos... y por joder... les digo que Miguel será Miguel R y no yo Karla G. Me ufano de decirles que lo importante no se envuelve en vestidos de gala o criticar a la Myle Cirus (o como se llame) o a cualquier otra cantante adolescente no me hace madura o que el mundo está más podrido aún porque nunca ponen una presentadora gordita a dar las noticias, solo esqueléticas mujeres que ponen bien alto el estandar de belleza para hacernos sentir feas cuando vamos a vernos al espejo y comprobar que no, que no es posible para nosotras tener ese cuerpo y usar esos tacones.

 Y no me entienden y yo no las entiendo.

Pero luego recuerdo algo bien importante, yo no sé un montón de cosas, a veces me siento vacía y en ocasiones deseo cosas que a lo mejor ellas ya vivieron. Me siento tonta, más tonta aún de lo que creo que son ellas, porque al menos a ellas no les avergüenza decir las cosas que dicen y son auténticas... aunque a mi me parezca que sus pensamientos, dudas y vacíos no tienen sentido.

A veces siento que no encajo, que soy una desmedida y una vanidosa solo porque tengo datos inútiles para la vida en mi cabeza. Saltan entonces mis complejos de tipa fea, de ratón de biblioteca, de atea poco consumada, de poco despampanante mujer fatal, de mujer incapaz de conectar su sentido guapachoso a la hora de bailar.

Yo podré explicarle a mi compañera muchas cosas, pero definitivamente ella puede darme una maestría en otros temas.

Bailemos, mejor


1 comentario:

Carolina dijo...

En todo trabajo se encuentra ese tipo de personas. En el mío, en todos los cubículos a la redonda solo escucho comentarios tales como: “hay amiguis, que chivo tu cel (un galaxy S4 por el cual la dueña se quedo sin comer casi que el mes entero),” “¿fuiste al salón que te dije? Si, se te ve chivo el pelo así y no esta caro $40 por todo el tratamiento es una ganga”, “Fulanita, te veo más delgada” – a lo que la otra responde con una nota de alegría en la voz – “¿de veras? Es que estoy haciendo una nueva dieta y sesiones extra de gimnasio” (la aludida parece salida de un anuncio de Libras de amor por lo flacuchienta que esta). Y mi favorita: “OMG que delgada quedaste después del embarazo, con unas luces en el pelo serias todo una mamá chic” pero si les preguntas algo como que les parece eso de que a Paquito Flores lo estén inculpando por los 10 millones que donó Taiwán, te vean como un bicho raro y apresuren el paso o_O. Así que no queda de otra que armarse de paciencia y buscar congéneres que usen la cabeza para razonar y no solo para lucir una melena lisa y larga – aunque estas últimas son mayoría para mayor desgracia - con quienes compartir la mesa a la hora del almuerzo. Y, aunque son un bien escaso, todavía se pueden encontrar un par con las que se puede hablar de temas interesantes, y que harán de tu almuerzo una experiencia agradable.