jueves, 10 de abril de 2014

Hubo una vez

Existió en realidad porque es parte de mi historia, claro que como muchas cosas más, solo existió para mí.

El tiempo entre marzo y abril siempre me prepara para la llegada del horrendo mayo. Son, por lo general, días llenos de cosas que me mantienen ocupada y que durante los últimos tres años me han dejado enseñanzas grandes: el desapego, el volver a confiar en mí misma y en otros, el efecto del afecto.

Este año no sé qué me ha dejado, no logro descifrarlo, quizá sea un poco de silencio.

El silencio siempre ha sido difícil para mi. Porque no lo obtengo cuando lo necesito... aparece sin ser llamado. Decía mi mamá, en mi adolescencia que le asustaban mis silencios, porque me brotaban como manantial e inundaba la sala de la casa. Creo que hacía huelga de palabras en aquel entonces.

Pero el silencio no es solo lo que me surge, sino ese que llega en otros. En forma de miradas, de abrazos o solo quedarse ahí, con un amigo con problemas, con un amigo que se va, con una ausencia pequeñita pero que molesta como piedra en el zapato, con una hermana que no sabe qué hacer. 

No he podido escribir como solía hacerlo, solo me he quedado quieta. Sin más... oyendo a otros, respirando profundo, viendo a mi mamá, escuchando el viento que mece las ramas del árbol junto a la ventana de mi cuarto, observando los cambios mínimos en mis plantas.

Ha sido como un suspiro prolongado, no sé cómo definir esto que siento.

Veo el calendario que él me regaló. Hay un par de fechas marcadas, esperando a que lleguen, a que se concreten. Tal vez sea que, a pesar casi estar llegando a los cuarentas, sigo deseando que lleguen nuevos recuerdos.

Tal vez solo deseo que nos saltáramos mayo.


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