martes, 1 de abril de 2014

Escuchar a Creedence


Es recordar a mi madre bailando en la sala de la casa conmigo en brazos... ella veinteañera y yo siendo una niña muy pequeña.

Es recordar a mi papá con medio cuerpo metido bajo el viejo microbus volkswagen color pastel, él untado de aceite y mi mamá regañándolo por tanto desastre en la reparación mecánica y él diciéndole que es necesario para que el viento nos lleve a lugares hermosos los domingos.

Es recordar el único beso que les vi darse en aquella época... porque diocuarde que la niña viera esos espectáculos... pero igual los vi y los vi tan felices...

Escuchar a Creedence es recordarme sentada en una de las inmensas gradas del Tazumal, ataviada con mi overall de courduroy color verde olivo... con la inmesa sonrisa de saber que nada puede ir mal y pensar que ahora me podría ir a sentar a esa misma grada, con mis jeas desgastados y sonreír, no porque no hayan problemas, sino segura de que los podré afrontar.

Escuchar a Creedence es recordar todo eso que me hace feliz en los recuerdos, en los recuerdos que he empezado a recolectar, como en cosecha veraniega, para que mi mamá no los olvide, para que mi papá los refresque... para entender que la música, la historia y el amor... valen la pena.

Escuchar a Creedence vale la pena.


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