Mi papá y mi mamá se unían en Santo Matrimonio por la iglesia un día como hoy. Ya habían recorrido (antes de aquella fecha) la pasión del enamoramiento fugaz y rápido, dejando atrás decisiones personales antes tomadas para embarcarse en formar una familia, sobrevivieron a la guerra, a las cuñadas mutuas, lograron rescatarme del asma y de otros males, luego llegó Lorena y ya eramos cuatro.
Muchas cosas les agradezco, otras aún las resiento, otras... me dan cólera y otras me llenan de esperanza y si he de creer en el amor... es por el amor otorgado por ese par de antagónicos, ese par de locos/cuerdos, de ese par de amigos.
Esta mañana me estaba viendo en el espejo y reconocí partes de mi madre y también del "gordin", luego de superar la etapa adolescente de no querer parecerme a ninguno, reconozco en mi piel, en mis faciones, en mis gestos y en mis acciones cosas de ellos. Es curioso. Es terrorífico... Es hermoso.
Hace 20 años yo era la dama de honor, nos peinaron a mi hermana y a mí, con flores en la cabeza, nos embutieron en vestiditos tipo princesa y a mi me dieron a cuidar los anillos que luego han estado en sus dedos durante años. A pesar del escepticismo adulto... encontrar en estos recuerdos a dos adultos que después de convivir años juntos, luego de discernirlo y meditarlo, tomaron la decisión de estar juntos, no por apasionamientos faustos, ni por conveniencias y mucho menos compromisos impuestos.
Hace 20 años admiraba entrar a mi madre a nuestra casa, una hermosa mujer en un sencillo y bonito vestido gris, y mi padre la esperaba en el altar que era nuestra mesa del comedor, enfundado en una guayabera blanca y pantalón negro. El padre los casó ahí... en esa casa que me vio crecer y que vio nacer a mis hermanas. Ahi bailaron, ahí se sentaron conmigo en las gradas de la entrada, ahí tiró el ramo mi madre y ahí sonrieron interminablemente a las cámaras, parientes y amigos.
Al día siguiente de la boda que incluyó sandwiches de pollo, gaseosa y pastel, nos levantamos muy temprano a abrir los regalos de boda... fue magnífico, mi madre dijo esa mañana mientras tostaba sandwiches que esa era la mejor luna de miel que pudo imaginar, desayunar en una nueva vida con la familia que había fundado.
Hace 20 años eramos cuatro... ahora somos seis y ha sido genial pertenecer a esta tribu. Felicidades Martha y Oscar.
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