lunes, 28 de junio de 2010

La medida adecuada

Casi siempre me he sentido intimidada por el afecto, antes de poder demostrarlo por primera vez con personas que apenas conozco soy rígida, bastante fría y distante. Puedo llegar a ser un bloque antiemocional de 1.53 metros de altura. Me pasa que también lo soy cuando estoy molesta con los que siempre han estado ahí. Me veo al espejo y solo logro ver el reflejo horrible de mis propios miedos.

Pero una vez superados los miedos… logro entregar todo mi cariño y afecto físico, psíquico y emocional con aquellos que llego amar. No me apena confesar que los que más fácil se me hace demostrar cariñito instantáneo son los niños pequeños (entre los tres a cinco años), los animales y la gente que suelen ser distantes como yo. Quizá sea por una especie de simpatía inevitable con los tres grupos antes mencionados.

En las últimas horas me ha tocado pensar realmente cuál es la medida exacta con la que debo querer a mis seres queridos (familia, amigos y el “don”). ¿No le ha pasado alguna vez que siente que quiere demasiado a la gente? ¿O quizá demasiado poquito? Quizá estoy pasando por una crisis de “malagentez” pero me doy cuenta que quiero demasiado cuando me vuelvo demasiado complaciente y las relaciones me empiezan a cansar en vez de disfrutarlas… o peor aún… empiezo a cansar a la gente.

Resulta que no encuentro qué hacer con mis afectos, siento que camino en una senda empedradísima y en mis manos llevo un frasco muy lindo y delicado de cristal, es como una pequeña cajita trasparente que me deja ver su interior, en su interior está todo el amor que puedo dar… al caminar esta senda llena de rocas corro el peligro de tropezar y hacer caer el frasco, se quebraría inevitablemente y se haría mil pedazos. Sé que lloraría al verlo quebrado, a lo mejor trataría (como ya he intentado anterior e inútilmente) de recobrar todos los pedazos y pegarlos con alguna especie de pega loca y colocar nuevamente mi amor en ella. No podría (lo sé muy bien) solo verla destrozada y no sentirme destrozada también. Me doy cuenta que no quiero sufrir, no me gusta sufrir, evito sufrir, detesto sufrir… e inevitablemente sufro cuando pego resbalones en esa senda empedrada y mi “urna” de los afecto peligra en caer y destrozarse.

Es bien difícil, al menos para mí, seguir amando cuando me hacen daño, no me gusta que me hagan daño, trato de no dañar, pero es inútil, también daño. Las relaciones que tengo suelen ponerse a la adversidad de mis deseos de tranquilidad.

Y me pregunto… ¿por qué si te amo, si he luchado por buscar la manera y la medida adecuada para amarte, si lucho por no dañarte, entonces… por qué razón me haces sentir que mi vida es una mierda? ¿Por qué estás esperando a que otros me hagan daño para decirme “te lo dije”? ¿por qué me pones zancadillas y pequeñas trampas para que me deslice y deje caer mi hermosa urna de afecto? ¿Por qué te gusta verme llorar?

Hay mañanas en las que desearía no estar aquí, pero tampoco me gustaría estar allá… y descubro que, desde hace mucho tiempo, no hay un lugar adecuado para mí en este mundo. Un lugar donde pueda descansar, estar en absoluto silencio, donde pueda escuchar la lluvia caer y donde las personas que amo no me dañen y donde no las dañe. Un lugar donde pueda estar totalmente sola en mañanas como esta. Un lugar donde pueda descubrir la medida adecuada para amarme a mí misma.

2 comentarios:

Clau dijo...

Vaya que tenemos cosas en común - apartando aquella idea sobre la reproducción humana - hay momentos en que tampoco encuentro lugar en el mundo.

Y sí, la "urna" de los afectos es demasiado frágil. No alcanzan los algodones del mundo para protegerla adecuadamente.

KR dijo...

Es bien difícil (al menos para mi) enfrentarse al mundo de los pensamientos a punta de emociones... o viceversa...

Hay días de días... como ahora! Solo en las últimas 24 horas he estado apundo de desquebrajar mi "urna" dos veces... vieras que feo sentí cacharla en el aire en el último resbalón.

Fijate que me puse a pensar después de nuestro último intercambio de ideas-comentarios... creo que otra razón de mi negación a la maternidad es precisamente esta sensación de no ser un ser "apto" para criar a otra personita... imaginarmetener un día como este con un bebé en brazos... me deja friqueada.