lunes, 30 de septiembre de 2013

Se acaba

Septiembre siempre me ha gustado.

Es un mes magnífico para verificar mis propias fuerzas, porque una sabe de sus límites aunque no nos guste hablar de ellos. Mi debilidad siempre ha sido la tristeza. Hasta que dejé de llorar porque lloro, entendí que así soy y que es más fácil aceptarme tal cual que luchar en contra de mis necesidades emocionales de quedarme viendo al horizonte y desear ser otra persona más feliz.


Entonces, desde hace años septiembre ha sido para autoevaluarme, buscar salidas y abrir entradas. Este mes es para hacer un viaje mental a mi "lugar feliz" y sentarme ahí... sola o acompañada... y maravillarme de estar viva. De haber sobevivido a todo.

Posiblemente esta sensación nazca de la proximidad de mi cumpleaños, cerrar un año más en el cual, no tanto por los abrazos y felicitaciones, me alegra haber luchado por ser fiel.

La tarde de ayer me dediqué a ver el atardecer. Me quedé quieta y silente, observando cómo el sol se iba, cómo la noche caía con el peso de sus horas muertas, de su oscuridad y de sus ruidos particulares, del ruido que se produce en mi interior. Estar sola me gusta, me da espacio para verme y ser conciente de mi ambiente de la gente que dejo que se acerque.

Septiembre se ha acabado, este año no ha sido particularmente distinto, revisé mi corazón y descubrí que algunas personas se están terminando de ir, no les he retendio, más bien he alzado la mano para decirles adiós desde lejos. Eso no significa que no sienta la nostalgia del tiempo que una vez compartimos, sin embargo, ahora que se están terminando de ir lo que me queda es desearles una buena vida, un buen recorrido y decirles "yo ahora tengo otras compañías y otras rutas... y sé que vos también... que nos vaya bien a ambos".

Septiembre siempre es lindo porque es lindo sentirme triste en él, porque no me mata, no me atosiga, no es como mayo, cuando la tristeza es desmedida y arrolladora, no. Septiembre es tierno, me abraza y me dice... "tenes derecho a la tristeza... vení, tomémonos un café sin pronunciar ni una pinche palabra... yo te acompaño". Por eso amo Septiembre. Porque me deja ser triste, pero me recuerda... a la vez... que la alegría está a la vuelta de la esquina... o viene a mi casa de vez en cuando.


Te me vas Septiembre, pero dentro de once meses te daré la bienvenida con nuestro muy acostumbrado café.

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