domingo, 22 de septiembre de 2013

Vivir en pareja

Soy la eterna soltera, una de mis metas en esta vida es no cambiar de estado civil. Seguir siendo soltera hasta que me muera. 

Sin embargo, cosa distinta es vivir en pareja. No. Nunca he vivido en pareja. Posiblemente haya sido miedo, circunstancias y huidas a tiempo. No lo sé.

Tengo casi cuatro meses de vivir sola y hacer diez años (en octubre del 2003) me fui por primera vez de la casa paterno-materna. En diez años han pasado muchas cosas... vivir en Guatemala (en dos ocasiones), trasladarme a vivir a Suchitoto (casi un año completo) y vivir en San Salvador (en tres casas distintas, incluyendo en la actual). Por supuesto han pasado algunas parejas en ese lapso. 

En realidad no es que me haya planteado vivir con alguien en serio nunca. Incluso ahora que estoy en la relación más larga y estable de mi vida. A lo mejor sea que me estoy poniendo vieja... sí, tener 35 no es lo mismo que tener 25... tengo como 25 libras más, algunas arrugas (tenues y tiernas) cerca de la comisura de los ojos y las canas se me ven hermosas en medio de la negrura habitual de mi pelaje, pero ADEMÁS, ahora si se me pasan algunos temas por la cabeza que jamás habían aparecido. 

Nunca fui, hasta ahora, de relaciones serias o duraderas. Quitando las relaciones ocasionales y furtivas puedo asegurar que solo he tenido tres relaciones significativas, una a los 24, otra a los 32 y esta que me ocupa el poco tiempo libre que tengo. 

Recuerdo que cuando me fui a vivir sola la primera vez tenía una "especie de relación" con un muchacho algunos años menor que yo, él estudiaba arquitectura y yo estaba en medio de la teología, nos conocíamos desde hacía mucho, cuando eramos unos adolescentes. Fue la persona que me ayudó a ordenar y decorar mi primer hogar y sobre todo evitó que saliera corriendo de regreso a casa de mis papás cuando me sentía sola. Pero siendo muy honesta, él no se quedaba mucho tiempo, salvo una ocasión en la que se quedó tres o cuatro días seguidos. Con el tacto de un rinoceronte en plena embestida le pregunté a la quinta mañana de amanecer con él si no iría a visitar a su mamá. Soy lo peor. Se levantó, agarró sus hermosos libros de arquitectura, la ropa que habitaba en su mochila y se fue. No lo vi en tres meses. Me di cuenta que ninguno de los dos estaba preparado para vivir en pareja. 

La segunda vez fue a penas un esbozo antes de marcharme a Guatemala, pasé refugiada unos días en casa de mi pareja de entonces ya que yo no vivía como me gusta: sola. Había pasado la peor época de desempleo de mi vida, gran parte del año no me había salido ni la Siguanaba. Justo cuando sentía que me ahogaba me llamaron de Guate y me ofrecieron algo que no podía dejar pasar. Lástima que justo en esos días previos a irme fueron realmente horribles en el aspecto emocional, pero creo que fue bueno irme. Claro, eso no se ve en el momento, tuvieron que pasar varias cosas para saber que fue lo mejor. No es darse paja y decir... "estaban verdes", sino más bien hacer una lectura objetiva y luego decirse a una misma... "a saber qué putas estabas pensando", no por la otra persona, sino por decisiones que una toma. Me quedó la satisfacción (hasta la actualidad) de no ser enemiga de mi ex. 

Pero desde hace unas semanas me puse a analizar mi actual relación. No vivimos juntos, pero tenemos una convivencia compartida que nos ha resultado cómoda a ambos. Pero ayer sucedió algo peculiar: me atreví a preguntar si viviremos juntos en algún momento. Por supuesto, siendo Miguel como es (y es de las razones por las que más lo quiero) me contestó con la sinceridad absoluta "no sé"... de hecho, yo tampoco lo sé. Pero fuera de la molestia típica femenina de siempre querer saber el futuro, me pareció que es lindo no tener un futuro. Es decir, tenemos planes... queremos hacer cosas juntos... a veces fantaseamos en tener un negocio, en buscar soluciones familiares, en buscar una casa y comprarla, en ver crecer a sus hijos y a mi sobrino... pero no hay nada escrito y eso me da tranquilidad. Me da paz. 

Sí, soy rara. 

Luego pienso... vivir en pareja ha de ser feo. Pienso en el desgaste de oír cosas constantemente, de decir... "si yo cociné... vos lava los platos" y varias horas después me veo lavándolos, o decir "quiero ver tal obra" y escuchar un "ya la vi, buscá con quién venir a verla" en respuesta, también en el pleito por tomar el control remoto y no ver otro partido de tenis más del US Open o tantas otras pequeñeces absurdas. Todo el romanticismo de vivir juntos se va al... ahí. 

Posteriormente pienso en su perfil delineado por la luz de la mañana que entra por la ventana del cuarto, en su abrazo amoroso a las 3 pm mientras hacemos la siesta del sábado por la tarde, de las risas compartidas y de la compañía a la hora de que algo me duele. De la paciencia que me tiene y de su consejo siempre a tiempo. 

Somos tan complejos. 

Y me sorprendo cuando, sin que él esté, me quedo viendo un set de la Serena Williams o me acuerdo de él cuando veo que una escritora que le gusta cumple años o me pongo a ver películas que sé que le gustan y que jamás me habría imaginado ver, con el pinche objetivo de ver por qué le gusta tanto la dichosa película post-apocalíptica. 

Lo dije ya, me estoy poniendo vieja, que es la época en la que más necesitamos compañía tranquila.

Yo ya vivo en pareja, no vivimos juntos, es cierto, pero es claro que no es el futuro lo que nos une, es lo que vivimos a diario y soy feliz con eso.

PD... este post nació luego de oír a unas mujeres en mi oficina decir que cuando una quiere que su hombre "de el siguiente paso" debe presionar y casi que vestirlo para ir a la boda, porque sino ellos no dan modo. Me pareció tan triste escuchar aquello. Me quedé pensando en qué sentido tiene obligar al otro a hacer algo para lo cual no está listo aún. No me hagan caso. Estoy divagando. 

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