martes, 16 de febrero de 2010

Esta mi vida

en la que mis horarios no son del común denominador que el resto de mortales, ceno a las 12 a.m. lo que logró sobrevivir y que permanecía en estado de congelación en una de esas deprimentes bolsas plásticas con sello de protección deslizante, Chao-mein desabrido.

Justo esta mi vida, con esta mi vida pretendo contarles una vida ajena... y caigo en la cuenta que escuchar a las Dixie Chicks en plena madrugada tiene sus implicaciones y nuallo qué hacer con el alma que me tiembla impercetiblemente, yo que estaba a costumbrada a otro tipo de vida, un tanto más solitaria, me he dado a la tarea de acostumbrarme a la compañía de un novio que más que novio, es compañero de aventuras, profesional del antisocialismo y  adepto al rock.

Esta mi vida se desquebraja por ratitos al enterarme de la muerte de bebés de siete meses de nacidos muertos en un accidente de transito, se me entumece la existencia con este repentino frío, los poros se me hacen palpables y los recuerdos me caen de golpe justo cuando tomo el último sorbo de mi café. Yo que no creo y creo demasiado no encuentro el equilibrio adecuado para dejar de lado mi timidez y la cobardía.

Esta mi vida llena de cicatrices, reales e imaginarias, contundente de dolor muscular y lesiones en la espalda, con sueño interminable a las 4 p.m. mientras a las 2 a.m. no encuentro sociego de mis pensamientos. Necesito una mascota, color negro... por supuesto, que bata su cola alegremente cuando me vea llegar o se quede dormido junto a mis pies, protegiendome de los espíritus, de las malas noticias y del frío. Extraño a Atila.

Con esta mi vida insomne, irreverente, nefasta y sarcástica debo aprender a vivir este tiempo concedido.

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