martes, 7 de febrero de 2012

Tengo que hacer algo

Quizá la edad me está pasando factura. Ya no me siento tan fuerte como antes y cuando digo "fuerte" lo digo a muchos niveles: físico, mental y emocional. 

No me gusta ser así. Débil. A lo mejor es porque desde muy pequeña me tocó aprender a ser más fuerte que el resto de infantes. No es porque lo deseara, es porque así me tocó. 

Hasta yo misma me aburro de leerme semana a semana, diciendo que los martes son toda una bich de la semana... me aburro y me canso. Me canso de luchar y de cubrirme las espaldas. Antes era más fácil, y cuando digo antes, me refiero a años atrás. Ahora tengo que tener seis brazos, ocho ojos y la energía inagotable de una veinteañera para que ninguno de mis jefes me pregunte algo y todo esté hecho y perfecto. A lo mejor tengo ese síndrome del perfeccionismo, heredado por los jesuitas, pero no puedo, no puedo, no puedo dejar que algo esté mal para que se agarren de ahí y me chinguen el resto de la semana. Estoy cansada, agotada y sé perfectamente que esta gripe que no se va todavía es producto del bajón de defensas por la presión. 

Fuera del cansancio físico y de la terrible experiencia que pasé un día de estos, cuando me preguntaron algo y yo no podía articular palabra porque no recordaba la palabra que iba a ocupar. >_<. y ese increíble esfuerzo por no parecer tonta tratando de recordar la palabra con la que iba a iniciar mi disertación. No es solo eso. No es solo la familia que se mediomata en pleitos que no son conmigo pero que todos parecen haber concertado que yo soy "tierra liberada" y la mitad me pone queja de la otra mitad... y yo sin decir nada porque me parece tan impropio decir que el otro tiene la razón. No es solo que me caigo del cansancio y del sueño a las 8 p.m. cada día... y me pregunto... ¿habrá regresado la depresión clínica? Porque recuerdo aquellos meses en los que solo podía pensar en dormir para no llorar. 

No es solo eso, no es solo eso, no es solo eso... No es solo que no tengo tiempo para escribir y desahogarme y llorar frente al monitor, como ahorita, cuando ya estoy sola y nadie me interrumpe y nadie me pide tal papel o tal consejo o tal favor... sino que estoy yo sola con la música y lloro porque no me gusta estar así. Yo no soy esta mujer débil que no encuentra soluciones prácticas y siente que el caos que la habita y que nos habita a todos en realidad, la desborda y parece una tonta llorando frente a un monitor, pensando que le falta más de una hora para llegar a su casa y  que ni cenará... porque seguro llegará a dormir directamente y a las cuatro de la mañana de mañana ya estará en modus zombie alistándose para regresar a esta horrible oficina. 

Yo no soy esta. 

Yo soy más que una plaza en esta oficina, tengo vida y recuerdo que tenía un par de metas para estos dos meses de inicio de año y que no he cumplido y que no creo cumplir al ritmo que voy. 

A veces pienso que llorar está bien, una vez no me vea ni mi familia, ni mi jefa o compañeros de la oficina, porque de esta manera descargo un poco las frustraciones, pero recuerdo que no me gusta llorar. No me gusta llorar, no me gusta llorar.

Tengo que hacer algo, porque yo no soy esta que llora y que se siente débil. Yo no soy esta. 


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