viernes, 24 de agosto de 2012

Carlos y otros once nombres más son suficientes aunque no únicos

Él es un adulto, según su dui... pero al verlo una se da cuenta que no es más que un niño, un infante en estuche grande. Tengo 12 alumnos y él es el que siempre está atento, siempre está haciendo preguntas, siempre está a la expectativa. No solo lo digo yo, lo dicen... también sus otros profesores. 

Desde mi oficina lo veo sentado, seguramente haciendo alguna tarea, los demás bromean, hacen ruido, bailan otros, piensan en sus vestuarios precolombinos otros... pero él está ahí... sentadito, garabateando en  un papel, su bolsón negro al lado, ese que es el sustituto de varios que ya le han robado cuando va a su casa en un cantón metido en medio de las lomas que rodean Suchitoto. Y él que es persistente, siempre regresa, a pesar de los asaltos, a pesar de la presión familiar de trabajar a tiempo completo en la milpa, a pesar de la incertidumbre de saber si esto por lo que ha optado es lo correcto y me lo ha dicho... siente serias dudas de sus decisiones, yo no pude darle consuelo y le dije lo único que sé... uno no siempre puede estar cien por ciento seguro de las decisiones tomadas, siempre hay un margen de error. Por supuesto, yo entiendo que a una persona como Carlos no se le puede decir esas cosas, pero como dicen por ahí "así sos vos"...

Como Carlos, yo también tengo dudas, miedos e incertidumbres; también las tienen los demás alumnos y mis compañeros de trabajo... y por más reuniones y redacciones a veces siento que no avanzamos... que no concretamos o que nos atrasamos... 

En este contexto, ayer conversaba con la esencia del cinismo... y yo que soy experta en decir lo que no debo... le comenté que mi fe hace ratos no está en una deidad, que residen las acciones entendidas como el verbo y el accionar por algo en lo que creo. Me contestó una serie de realidades que (lo confieso) no solo me trajeron de sopetón a la realidad sino que además me enojaron, no porque no tenga razón, sino porque me hace palpable cada vez más que soy una idealista de mierda. 

Soy una idealista de mierda y lo digo en serio. No me molestaría si otro me lo dijera con todas sus divisiones fonológica: soy una i-de-a-lis-ta --de-- mi-er-da.

Al final los proyectos si necesitan dinero para funcionar, necesitan una estructura en la que apoyarse, una disciplina con los alumnos y entre los que formamos el equipo técnico, docente y administrativo. Necesitamos tantas otras cosas, cosas concretas... terrenales... de orden, cosas no idealistas. 

Y bajo el enorme árbol de mangos, Carlos sigue haciendo sus tareas, sus compañeros y compañeras empiezan a entrar a clases, gradualmente un silencio se va instalando en la gran casona donde un ideal se conjugó hace más de dos años, él se levanta de su concentración, me saluda con la mano derecha, me hace la V de victoria, yo le sonrío, me alegra verlo siempre así... siempre así, buscando más conocimiento, más saber... un eterno escaramujo... un eterno niño-adulto sorprendiéndose del mundo que va descubriendo día a día, entra al salón, mientras la empresa privada y los organismos internacionales seguirán moviendo una maquinaria mundial y yo seguiré siendo idealista (no lo olviden... "de mierda"), mientras.... él seguirá educándose y ese... es de los mejores verbos que he conocido en mi vida... "educarse".

2 comentarios:

Miguel G dijo...

Que lindo post, es interesante como se le adquiere cariño a las personas y, sobre todo, a las más humildes. Ser idealista no es lo malo, hay cosas en que se debe serlo (cada vez menos en este puto país) pero también hay que ser conocedor de que hace moverse el mundo. En ese contexto muchas veces se debe ser totalmente realista, saber que ningún "grande" ayuda porque si, hay razones para hacerlo y lo que debemos lograr es encontrar en ese sinnúmero de razones algunas -o solo una- que valgan la pena y potenciarlas.

DEARmente dijo...

Te lo aplaudo, eh.