martes, 12 de marzo de 2013

Aceptar y desprenderse

La vida la trae a una como avalancha cuesta abajo.

Nada se concreta, todo se altera, las posibilidades son mínimas y de paso los planes dejan de serlo. Una queda como novia de pueblo... vestida y alborotada.

No es que no haya estado en esta situación antes, por tanto he sobrevivido y eme acá... siendo la que soy, con la tanatada de dudas, experiencias, defectos y cosas buenas. Como ya dije, he sobrevivido a cosas peores. 

Hace exactamente un año, luego de una carta a una organización internacional, denuncié a mis empleadores en el Ministerio de Trabajo y me fui. No tenía nada concreto, solo un pequeño negocio que al final no resultó. Muchas cosas fallaron por mi culpa, otras no. Hubo algo que me tenía con esperanza, esa era la diferencia. 

La diferencia.

¿Qué me da esperanza ahora? ¿a qué me puedo asir? ¿con quién puedo contar?

Son tantas las preguntas y tan pocas mis conexiones neuronales y me repito, me repito, me repito... ME REPITO que no es la primera vez que estoy en esta situación y que saldré bien, que ninguno de mis planes cambiará, que no tengo que tener miedo, que soy valiente, que soy valiente, que soy valiente. 

Pero el asunto no es solo repetírmelo, el asunto es aprender a saberme de tal forma. Sin embargo, hay otra cosa importante en todo este proceso: debo aprender a aceptar las cosas y desprenderme. 

Lo decía bien Charles Darwin, no es el espécimen más fuerte, o el más rápido o el más hermoso el que sobrevive, es el que sabe adaptarse, en mi caso, adaptarme significa eso: aceptar las nuevas situaciones y desprenderme emocionalmente de las cosas, de las circunstancias, de las personas. Saber que las mutaciones son necesarias para que exista vida.

Pueden tacharme de cabrona, tienen permiso, pero en épocas como esta hago el ejercicio diario de pensar, una vez al día, cómo sería mi vida sin mi familia, sin Miguel, sin mis amigas, sin el trabajo que tanto deseaba, eso me da fuerza, como dije... pueden decir y pensar que soy una arpía, está bien. Pero es una forma de darme fuerza.

No es que no los necesite, o no los quiera... es simplemente recordar, que yo no dependo de ellos, puedo convivir con ellos pero no dependo de ellos. Tienen derecho a marcharse tanto como yo lo tengo. 

De momento creo que el pánico está controlado, a lo mejor regrese, pero seguiré dándome fuerzas, seguiré tratando de crecer y compartiré, esta nueva vida, con los que de verdad quieran quedarse. 

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