miércoles, 13 de marzo de 2013

Conmoción

Cada persona tiene distintas formas y razones para conmocionarse. Debo confesar que muchas cosas me conmocionan al día, solo que tuve que aprender a moderar mis emociones y tratar de parecer persona normal, pero a veces no tengo remedio.

Habitualmente no leo noticias, es decir... las leo pero con mi actitud parca, fría y distante. Durante meses me tocó leer noticias y estudios sobre violencia y eso me dejó algo podrido el ánimo, pero de unos días para acá es demasiado y ayer tuve que toparme con una nota en La Prensa Gráfica para recordar eso que tanto me conmociona.

Verán... a mi los niños no me agradan mucho, son ruidos, caretos e inquietos... pero no todos, lo que me hace pensar que al final la culpa no es de ellos, sino de las personas adultas que los rodean que no les enseñan a respetar limites y zonas de juego. Nunca quise hijos, nunca. Ni en los momentos más románticos de mi vida he deseado uno, no al menos como he escuchado que otras mujeres los desean (y de hecho los buscan), siempre fui de la idea que sí tuve la grandiosa dicha de tener un papá bastante decente, por qué no iba yo a buscarle un papá medianamente aceptable a un vástago... por supuesto, las hormonas son unas perras y una vez al año me da por pensar cómo sería tener a un pequeño Farabundo o una Alfonsina, por suerte esto me dura como una semana y la semana correspondiente al 2013 ya pasó. 

Mi mamá tenía mucha razón cuando me contó de sus rezos en un 12 de marzo de hace 36 años, es bien difícil pensar que vas a traer a otro ser humano a un mundo donde no se respetan sus derechos y se abusa de sus debilidades y se les hace daño. Daño consciente y con maldad.

Desde hace ratos vengo leyendo o escuchando noticias aterradoras contra niños y niñas, lo que me dice que estamos acostumbrados a la violencia contra el indefenso. Hace unas semanas, dos hombres entraron a una casa, intentaron violar a una mujer, ésta tiene dos hijos, de 3 y 5 años, al ver el peligro defendieron a su mamá y fueron vapuleados hasta casi matarlos, su abuela quien también fue vapuleada murió días después en un hospital. Ayer supe de un hombre quien dio veneno a sus dos hijos, de 9 y 7 años, el mayor murió, el más pequeño está en el hospital tratando de sobrevivir, si lo logra, al recobrar su vida, su vida no será la misma: sus padres y hermano han muerto. 

Según el registro del Ministerio de Salud, en el 2012, 1,869 personas sufrieron vapuleadas, al grado de ser atendidos de emergencia en hospitales públicos, de esa estadística... 814 tenían entre los 0 y 18 años, es decir... un 43% eran menores de edad. 

Me dirán algunos que muchos de esos menores no eran inocentes palomitas, que a lo mejor se lo merecían, que... mil excusas y razonamientos... pero al final no deberíamos olvidar que los adultos somos los responsables de evitar que estos menores sufran a tal extremo.

Me conmociono, no puedo evitarlo, síndrome de paladina dice mi hermana que tengo y a lo mejor así sea, pero no puedo evitar pensar en tanto dolor en tan pequeño cuerpo. ¿Por qué somos así los adultos? ¿qué garantía tienen los niños y niñas de tener una vida sana y normal con gente tan loca a su lado?

Pienso en Sebastian, está por cumplir 6 años, ha sido corregido, más de alguna nalgada se ha ganado con alguna imprudencia, es inquieto, es enojón (como todo buen Rauda), a veces le da por hacer pucheros, pero  jamás ha conocido la fuerza bruta y la violencia descontrolada y aniquilante, su piel está libre de marcas, sus ojos guardan inocencia aún. ¿Este 43% de niños y niñas golpeados sin medida habrán tenido al menos un día  así, una niñez normal? No lo sé, me gusta pensar que si, pero esa es mi mente tratándome de dar paja. 

Hoy venía escuchando esta canción, que habla de un corazón, sería lindo tener un corazón así, ya adultos, con dudas, pero lleno de amor, sería lindo que estos niños, si han sobrevivido físicamente, lleguen a sobrevivir emocionalmente y puedan acoger tonadas que alivien sus recuerdos, que alivien sus heridas. Sería lindo.

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