martes, 12 de marzo de 2013

Perdono, pero nunca olvido...

Este día me tocó desbarrancar algunas ideas, formar nuevas expectativas y buscar otra manera de vivir. Todo esto, como se imaginarán no es muy fácil de hace, más de si de decir.

Resulta que es tan fácil olvidarse de todo, mandar todo al carajo y centrarse en el propio ombligo, en la miseria que uno cree vivir, somos tan egoístas, somos tan egocéntricos... "semos malos".

Mientras el Barcelona le ganaba al Milán, mientras se elige a un nuevo Papa en el cónclave en Roma, mientras yo busco un nuevo trabajo, mientras todo gira sin detenerse... mientras todo eso pasaba.. llegó un correo, traía tres canciones incrustadas. 

Empecé a oír la primera y de golpe recordé qué fecha es hoy. Posiblemente para el amplio mundo, el 12 de marzo nada signifique, nada dice a una historia que no es la nuestra. Posiblemente para las generaciones después de los noventas nada conciben sobre este día.

Hace 36 años, en una calle polvorienta, de un cantón refundido en el municipio de Aguilares fue asesinado un jesuita. Rutilio Grande era un cura de pueblo, nada de esos intelecualoides que citan a Zubiri o que formulaban la Teología de la Liberación, él la vivía.

Lo mataron. Con él inició una persecución más cruenta y más descarada, ya la había, pero desde entonces, monjas, catequistas, laicos comprometidos, otros sacerdotes y un arzobispo fueron asesinados. La muerte les vino de diversas formas, pero casi siempre, con balas.

Muchos dirán que uno no tendría que recordar estas cosas, porque resulta puede ser un sinónimo de rencor añejo, de un odio de clases, de un montón de cosas que no son ciertas. Uno no debe olvidar, es la forma de aprender de la vida. Uno no puede olvidar, uno no puede olvidar. 

Tendría unos quince años cuando estaba acorrolando a mi mamá con la pregunta más estúpida que le he hecho en mi vida... ¿por qué vos nunca me hablas de la guerra? A saber qué presión le había hecho ya para ese entonces, que furiosa se me quedó viendo, de esa manera que tienen las mamás de verla a una cuando se es demasiado impertinente. "¿para qué querés que yo te hable de eso? si en el colegio ya suficiente te hablan de eso" me dijo. No es lo mismo, le contesté. Ya cuando estaba más serena me contó que cuando ella venía saliendo del Hospital donde ya trabajaba, un conocido le dijo... "mataron a un cura en Aguilares", ella que toda la vida ha sido católica practicante se conmocionó tanto que lo que hizo fue agarrar para una capilla, entró a la Basílica del Corazón de Jesús, esa iglesia gótica que está ubicada sobre la calle Arce y se puso a rezar.

Por supuesto, le pregunté que para qué rezaba en ese momento, que lo adecuado era tomar otras acciones, otras decisiones, otra forma de vida, "yo no lo hubiera hecho" le dije con el tono más ácido que he tenido desde entonces. "Posiblemente lo hubieras hecho, conociéndote te creo... pero yo fui porque fue lo único que se me ocurrió en ese momento, tenía que rezar porque sabía que venía una guerra y dos días antes me habían dicho que estaba embarazada, me partía el alma saber que te iba a traer a un mundo en guerra". Nunca más le dije nada hiriente a mi mamá sobre el tema de la fe. 

Hay muchas formas de acordarse de las cosas, porque te lo dice una canción, porque recordás lo que estudiaste en un tiempo, porque volvés  a sentir lo que sentíste cuando tuviste fe, porque seguís esperando a que las cosas cambien un poquito para la gente que sigue en el otro lado de la gran brecha social o porque se tiene una mamá que le da a una lecciones (aunque una se crea más inteligente y soberbia) sobre cómo recordar. Porque te das cuenta que siempre se tiene que perdonar, pero nunca olvidar. 

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