miércoles, 14 de enero de 2009

Rompecabezas

Siempre he sido propensa a los vicios... lo reconozco, soy de naturaleza débil. Uno de los vicios incontrolables eran los rompecabezas. Era una cosa sin freno, frenética... insostenible... cuando un rompecabeza llegaba a mis manos, no había descanso, no había poder humano que lograra que me despegara de él hasta terminar de armarlo.
Eran noches interminables y el único que acepté compartir fue con Emilia cuando pasamos tres días enteros armando la imagen del "Ángel de Navidad", un hermoso ser alado hecho a puro "puntillismo"... era de mil quinientas piezas y la mesa del comedor fue inhabilitada para su uso corriente en post de terminar la tarea emprendida.
Luego vino la crisis y una de las prohibiciones que me dio la psiquiatra (una de tantas) fue que armara rompecabezas. Dijo que me estresaban demasiado. Que no podía tener paz si seguía así... la pobre mujer no entendía todavía que pocas cosas (poquísimas) me dan paz en este mundo. Pero en fín, para ese entonces ya estaba yo más docil y le permití esa prohibición.
Han pasado dos años desde esa última vez, la recuerdo como se recuerdan los vicios a los que siempre se quieren regresar, a veces voy a las jugueterias y los veo ahí, aguardando a que llegue a abrir su caja de pandora para armar un nuevo mundo, una nueva dimensión, como si sus paisajes me quisieran abrazar y dejarme al fin en paz, como si sus niños regordetes me invitan a sentarme con ellos en esas inmesas playas donde las millonarias arenas son solo un trocito de un todo. Los veo y me llaman a armar de nuevo mi propio mundo.
Empiezo una nueva vida,
un rompecabeza que tendré que armar
bien lejos, lejos de este influjo
de esa cruel fragancia
que invadió mi ser
(Rompecabeza, Aterciopelados)

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