Me acuerdo de Mario desde que estabamos en bachillerato, él estaba en primer año y yo ya iba a tercero... creo que me fije en él porque todos los profesores insistían en que nos comportaramos como los de primero, que según decían eran los mejor portados, los más dinámicos, los más creativos, los más, los más, los más... en fin... eran el "plus-ultra", un día me fijé en el pasillo paralelo a mi grado y por ahí lo veía pasar. La mera verdad... no me llamó mucho la atención.
A los años, cuando yo ya trabajaba en el colegio, él apareció de nuevo, para ese entonces él era el novio (mítico y eterno) de una maje de non-grata-recordación. Llegaba y se unió a un grupo de exalumnos que nos ayudaban en convivencias, retiros y otras vainas... estudiaba para ese entonces ingenieria y lo veía rebanarse las neuronas de maneras catastróficas.
Me encariñé del Chino. Y es que no es difícil la verdad... él es una persona totalmente cálida, callada y cálida. Un poco tímido al inicio, al medio y al final, pero no importa... no me desespera su timidez, más bien me deja un poco de curiosidad.
Muchas cosas pasaron, el tiempo pasaba sin detenerse... cortó con la novia, yo iba de relación en relación, ambos andabamos en la búsqueda de "sentido" en las existencias correspondientes, él se iba enamorando de otras muchachas por ahi... y a mi me rondaban hombres muy distintos entre si... creo que era el tiempo de los "desoredenes afectivos" tan normales de los 20 años.
De repente... y como era lógico también... el chino inició su proceso de discenimiento vocacional, para no hacer largo el cuento... entró al noviciado. Se fue un febrero, la noche que le llamé para despedirme, porque al dia siguiente se iba... fue una de las despedidas más difíciles que he tenido... y eso que he tenido muchas, pero creo que no logro acostumbrarme... no quise despedirme de él en persona, porque sabía que no sería fácil.
Poco tiempo transcurrió cuando recibí su primer correo desde Panamá, era una tarjeta del Principito, decía algo sobre lo que vemos con el corazón y no con los ojos... me decía Mario que así me veía, con el corazón, que era escencial a pesar de la distancia. Todavía tengo esa tarjeta escondida en algún lugar de mi usb.
El tiempo es inclemente, no se detiene y golpea aun cuando uno no quiere. Muchas cosas hemos vivido ambos, con intensidad y fuerza, pero también con sobriedad y ternura. Él estuvo presente en mis aulas a través de sus dos hermanos: César y Katy, quienes me retaban desde la pedagogía... mas que todo Katy. De alguna forma el cariño se iba perdurando a través de estos niños. Katy siempre me avisaba: "hoy viene Mario".
Mario y yo conocemos lo que es la tristeza, el silencio y el desprenderse de la gente que se ama, también sabemos de alegrías, de canciones cantadas entre abrazos, de bienvenidas y reencuentros. Hace poco nos reencontramos... platicamos durante horas, había mucho que ponernos al día, descubrimos que hemos evolucionado, pero nuestras escencias siguen ahí.
Es bueno pensar en este muchacho, que hoy cumpleaños, que me mira a los ojos y comprende lo que digo cuando digo que algo me duele, que no confio o que estoy enojada, sabe cuando estoy feliz y radiante y logra leer mis mejores momentos. Gracias chinito, por tu cariño, por tus hermanos, por tu confianza, por las largas platicas de siempre... que Dios siga acompañando nuestros caminos, no importando cuales sean.
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