sábado, 6 de diciembre de 2008

Buscando razones... 1996

Como les comentaba ya, mi hermana Gabriela andaba acongojada porque sabe que no me gusta diciembre... y me dejó pensando. Tengo que tener algún buen recuerdo de este mes en algún riconcito de mi memoria!.
Y si los encontré... durante este mes... iré posteando algún buen recuerdo de este mes. Empecemos ahora:
1996... eran días de emoción y de liberación. Pero también, esos tiempos para mí fueron peculiares, en mi familia estabamos pasando por la mayor crisis económica de la historia, nos habíamos quedado sin nada... sin nada! Hasta sin casa, asi que nos fuimos a vivir a la casa de mi tía Melia (hermana de mi papá). No me gustaba estar ahí, asi que siempre que podía me escapaba... a la parroquia.
Si, en ese tiempo era yo una fiel parroquiana... era catequista, pertenecía al grupo juvenil y bueno... sin más detalles... el asunto es que en ese diciembre viene el P. Santiago y nos reúne a cinco bichos locos ynos explicó que había un "no-sé-qué" congreso de juventud... que si queriamos ir?... ¡Juegue!
Hice mi mochila con lo básico y me fui... eran ocho días de encierro en el Seminario San José de la Montaña. Eramos miles los convocados, de todo el pais, de todas las diocesis, de todos los tamaños (desde los 13 hasta los 30 años), de todos los colores y de todas las fachas (desde los aspirantes a religiosos (as), pasando por los dogmáticos defensores de la moral radical, siguiendo por los "niños cantores de viena" hasta llegar a los desubicados que no teníamos más ocupación que andar jodiendo en la vida (o sea nosotros).
De los cinco que ibamos, tres eramos catequistas: Rutilio, Cristina y yo, nos habíamos graduado del bachillerato los tres ese año: Ricaldone, Central de Señoritas y ... el colegio... estabamos rozando los 18; los otros dos eran "alumnos" (no sé como decirles!): Edwin y Tony y todavía estaban en Tercer Ciclo, tendrían unos 15 años para ese entonces. Eramos tan distintos y parecidos a la vez. Esos días fuímos una magnífica pandilla.
A diario nos reunian en unos inmensos salones, a razón de tema: por ejemplo, Rutilio, Cristy y yo escuchabamos charlas sobre la catequesis, la importancia de la misión en la Iglesia, el ejemplo a dar dentro de las comunidades y otros intentos de hacer de nosotros punta de lanza geracional. Edwin y Tony a veces iban a otras charlas...
Las comidas eran un acongojamiento... eran largas y largas filas para adquirir los alimentos. Nunca he sido muy exigente en la dieta... pero en esa ocasión, luego de cuatros tiempos seguidos de encontrar un huevo duro en mi plato... ya empecé a protestar... y no solo yo, los demás también. Cristina y yo empezabamos a "pasar" parte de nuestras raciones alimenticias (en especial el huevo duro) a los muchachos... resulta que las porciones para nosotras eran demasiado grandes y para ellos... eran demasiado pequeñas y se quedaban con hambre; no sé si culpar a su organismo que estaba en crecimiento... o que toda la vida han sido hartones... no lo sé... el asunto es que comíamos en el desayuno: frijoles, queso, crema, platano cocido o frito, un mega pan francés... y huevo duro. En el almuerzo: arroz (masoso!) verdura sancochada (guisquil, zanahoria, pipian), un pedazo de carne cocida con salsa de tomate a modo de imitación de carne guisada, tortillas de antaño (o sea grandísimas)... y un huevo duro. La cena: dos o tres pupusas, tamales, una quesadilla, chocolate... y un huevo duro (increíble). El lector de este post se ha de imaginar que ante la repetición continua, ardua y tupida del dichoso huevo duro empezó a hacer estragos en los diferentes grupos donde nos integramos para conversar. Cada vez que sucedía... había un silencio no recriminatorio más bien comprensivo del asunto... y su fétida consecuencia.
Ah... la hora de dormir. En esta esquina del inmeso edificio... se quedaban los muchachos... y al otro lado del edificio (dispuesto en un cuadrado de cinco pisos) nos quedabamos las muchachas. Los cuartos eran una sola galera... donde extendíamos una colchoneta para dormir. Lo que me sorprendió y me impactó desde la primera noche fueron dos cosas: la larga espera para poder ir al baño... y que la señora encargada de nuestro cuarto dormía atravesada frente a la única puerta, para evitar fugas nocturnas. No sé si en el pabellón de los muchachos tomaban las mismas medidas de seguridad... a mi me dio risa ver a la inmesa "doña" preparar su apocento tal cual "tranca de puerta".
Le contamos del asunto a los muchachos a la mañana siguente de la primera noche. Entonces se nos ocurrió. Debiamos derribar todos los impedimentos en la realización de una travesura... solo por el gusto de joder. Nos propusimos escapar de los dormitorios y llegar a la azotea del edificio... decirlo estuvo fácil... el huevo (y no hablo del duro) fue realizar la escapada.
Llegó la noche, después de la ovípara cena todavía se reunian grupitos de cipotes y cipotas para contar las experiencias de pastoral juvenil de sus parroquias, unas eran interesantes, otras no tanto y nosotros no contamos la nuestra, no porque no la tuvieramos... creo que eramos algo tímidos para eso... jajaja... luego... el correspondiente momento de algarabia cantando... algùn parroquiano charranganeaba la guitarra y la mara entonaba desabridos cantos religiosos... (y qué podíamos esperar?!) poco a poco derivaron canciones un poco mas "del mundo", por ahi salían unas de Maná, alguna de Silvio, otra de los Hombres G... todo muy "light", pero Rutilio y yo proponíamos nuestro gusto musical... Los Héroes del Silencio... nadie nos pelaba. Eramos un par de extraños en ese ambiente. Nos miraron cara de indolencia y nos marcaron como descarriados solo por querer cantar "Deshacer el mundo" (Miserables!)
Llegó la hora de dormir... y nos "pastorearon" para que nos fueramos a nuestros dormitorios... nos dijimos adios y cada quien para su pabellón. Pasó el tiempo... la mara se acostó a dormir... Cristina y yo esperabamos el momento adecuado para escapar, teníamos la cita en la azotea a media noche... pero... ¿por dónde salir? Durante el día habíamos explorado las posibilidades y decidimos que la ventana era lo adecuado... salir, impulsar UN pie en la cornisa y dar un salto mortal al balcón que daba al pasillo... Libertad, libertad... ansiada libertad y las inmensas ganas de no estar encerradas. Algunos detalles que teniamos que tomar en cuenta:
1: estabamos en la tercera planta.
2: estaba oscuro, no teníamos lámpara para iluminarnos.
3: soy una gran gallina para las alturas.
Cristina fue la primera en salir por la ventana, se sostuvo con una mano del marco de la dichosa, puso sus pies en un espacio menor de veinticinco cms. y ahi tomó impulso para saltar al balcón. Me tocaba a mi, salí por la ventana, me paro justo donde se paró Cristina... y ahí me quedé... estaba paralizada, mientra ella me extendía la mano desde el balcón para ayudarme pero yo estaba totalmetne friquiada... no podía concentrarme en desplazarme a lugar seguro, solo veía la altura y los árboles meciéndose frente a mi. Hasta que Cristina me habló fuerte y logró tomar mi mano y halarme. Caímos redondas en el pasillo... consecuente ataque de risa. En fin... ya estabamos afuera... ahora emprender camino a la azotea.
La verdad no nos dio problema llegar, llegamos antes que los muchachos... ellos se habían perdido y de paso los "asustaron" a medio camino.
Esa noche la pasamos ahí... contando historias, fumando a escondidas, haciendo recuento de canciones, pensando en la carrera que iniciariamos en la universidad al año siguiente, esperando el amanecer y viendo los árboles decorados por la navidad de la plaza del Salvador del Mundo.
No me acuerdo mucho de los siguientes días, ni de las comidas, ni de las charlas... pero cada noche nos reuniamos en la azotea... para "deshacer el mundo" y rehacerlo a nuestro gusto... hasta le perdí el miedo al "salto al balcón". Al regresar a la parroquia el P. Santiago nos pidió un informe de la actividad, se lo dimos... pero nos guardamos para nosotros la experiencia de esas largas charlas, donde las inquietudes, las alegrías y las frustraciones nos daban para tres o cuatro libros.
La vida nos llevó por caminos distintos, todos desertamos de la iglesia y cada uno encontró la manera menos dolorosa de vivir con Dios, y seguimos pululando los cinco locos... Rutilio se casó y tiene una hija; Cristina se casó, tuvo un hijo y se divorció, hace poco la encontré y me propuso trabajar juntas en un libro; a Edwin es del que menos tengo noticias, irónicamente es el que más cerca vive mi casa; Tony anda por ahí, ya casi es arquitecto y es con el que sigo en comunicación constante, sigue siendo fúrico y hemos recolectado otras historias juntos y bueno... yo... yo sigo siendo desubicada, me siguen gustando los Héroes del Silencio y ya no fumo... y cada vez que veo las acacias iluminadas de la Plaza del Salvador de Mundo recuerdo aquella azotea de antaño coronada por una enorme águila de cemento.

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