Me angustio cuando tiembla, me pongo mal, se me acelera el pulso, pierdo color dérmico, es decir... me pongo pálida, siento que no respiro bien y el ansiedad se me sube hasta el tope, es cuando justito justito me doy cuenta que dejo de ser una persona ecuánime y (aunque sea a simple vista) cuerda.
Se me ocurre que durante un terremoto (o uno de los miles de temblores menores) me puedo morir y no quiero (a pesar de mis constantes quejas, vivir es un juego que no está tan mal arriesgarme a vivirlo) y quisiera que todo ese movimiento, todo ese crujido, ese retumbo previo, ese polvo posterior, ese miedo eterno se detuviera.
Miles de personas mueren al día, no solo por terremotos, somos más mortíferos que otras especies, pero cada vez que hay una tragedia busco la manera de ayudar (o de no estorbar al menos) y un par de veces ya me he ido a chupar la sangre para algún desconocido/a que a estas alturas compartirá conmigo mi materia biológica hecha glóbulos rojos, blanco y plaquetas (sin contar que tal vez le pasé también un poco de mis triglicéridos y otros elementos no tan agradables). Detesto que tiemble.
Odio que tiemble, a mal país vine a caer... aquí donde siempre tiembla y mañana también. Donde los huesos de mis ancestros ya se habrán movido algunos centimetros ya desde su posición original, donde las parvadas de periquitos me advierten unos segundo antes que inicie el estrépido (Dios los bendiga por ello!), donde el mejor lugar para pasar un cataclismo es un colegio y que ya no tengo acceso a ese lugar... donde cada vez me da más miedo que se estremezca la tierra, aunque me vengan con explicaciones científicas o seguridades fatuas de nuevas estructuras arquitectónicas anti-sismicas. No me gusta que tiemble.
Es la única queja que tengo contra este territorio que tanto amo.
Pero lo que más miedo me da... es que tiemble en mi interior, en este territorio propio, en mi cabeza, en mi corazón... ¿y por qué no? en mis entrañas. Los resultados son peores, son más devastadores y yo no tengo una plan de evacuación para mis ideas, para mis sensaciones ni para mis malditas emociones. No hallo que hacer con los escombros cada vez que tiembla en mi interior... porque si me deshago de ellos ¿cómo podré reconstruirme a mí misma? ¿o a caso habrá un equipo de solidaridad internacional que pueda ayudarme y asistirme ante esta nueva emergencia propia?
Odio que tiemble, pero más mal me cae.... temblar yo sola.
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