Una de las ventajas de vivir en un mundo como el de hoy... es que las noticias llegan al instante... incluso las malas noticias.
María Elena Walsh fue una mujer extraordinaria, argentina de nacimiento, europea por herencia, poetisa por convicción.
La conocí en voz de mi madre quien me cantaba sus melodías que me hablaban de tortugas valientes y de elefantitas orgullosas, luego mi padre la hizo crecer, así como crecía mi gusto por todo aquello que me hace ser como soy... Mecedes me regaló el poema que María Elena escribió y que a ella le pareció prudente ponerle música. Tendría 5 cinco años y aprendí esa canción mientras abrazaba a mi fiel oso de felpa. El año pasado me acompañó esa tonada mientras me moría del frío en medio de los pinares chapines. Discúlpenme... soy una melancólica irremediable... y ella... ah... hace que hasta el odio suene tierno y suave, que los sentimientos no tan positivos tengan una forma menos dañina y los vuelve suaves nubes de algodón y pierden así toda su dimensión negativa y los conjuga en coraje y valentía
Yo siento que con María Elena y su poesía, con sus dibujos, con su música es bien fácil sentir, le roba a uno unos breves segundos del día y a cambio le deja a uno una sonrisa pintada por algunos minutos. Uno se da permiso de ser tierno y vulnerable gracias a esta suave y punzante mujer.
Hoy se fue ella. Ochenta años de vida nos dejaron canciones, sufrimientos, amores, alegrías, juegos y nostalgias hechas letras, hechas notas musicales, hechas trazos finos y gruesa brochas goteantes. Estará cantando en una de esas típicas nubes blancas tan suyas, tan acordes a su alma, ahí la acompañará Mercedes y me susurrarán esta canción como antes lo hicieron...
Te acabas de ir María Elena y mi alma de niña ya te extraña porque haces que el amor sea tan dulce como un caramelo, tan ardoroso como un amante, tan concreto como la tierra que tocan mis pies, tan suave como un sueño...
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