domingo, 10 de abril de 2011

Alicia

Nació de mi, no vi su rostro nunca, solo conozco su llanto y me dijeron que no era mía, que no me pertenecía y que no tenía derecho de abrazarla. No entendieron nunca que no existiera un padre, no comprendieron nunca que mi amor era suficiente, ella y yo no necesitábamos más que estar juntas para subsistir, ella era yo y yo era ella. No importaba nada más. En medio de mi dolor y del llanto alcancé a pronunciar el nombre que le había escogido con la esperanza de que aquellas infames personas me la devolvieran.
Yo que nunca desee descendencia, desee ver su piel, sus ojitos y decirle que tengo suficiente corazón para amarla incondicionalmente, contarle la historia familiar, enseñarle toooooodas las palabras para que se expresase, montarle espectaculares atardeceres y juntas caminaríamos bajo la lluvia, le encontraríamos sentido a los colores y recorreríamos los museos asombrándonos de tanta belleza, la música nunca dejaría de sonar, los libros nos trasladarían a tantos mundos imaginarios y, y, y... todo hubiera sido así, si no me la hubieran arrebatado y si yo no hubiera estado soñando.

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