lunes, 18 de abril de 2011

Ramón

Fue el hombre que engendró a mi padre, no sé si Oscar Rauda logró perdonarlo... creo que ya no tiene mucho sentido preguntarle supongo.

Mi abuelo Moncho apareció en mi vida cuando yo entré al Externado, era una niña con raspones en las rodillas (porque tenía una mi tendencia enfermiza a caerme) o con mis constantes pelones en los codos (porque resulta que me sentía más cómoda donde nadie me encontrara y mi lugar favorito eran las gruesas ramas del árbol de mangos que sembró mi padre en la entradas de la casa).

Lo recuerdo perfectamente, mi tía Yolanda me llamó a la hora de la salida de clases, yo arrastraba mi pesado bolsón cuando me dirigía hacia el microbus que me llevaba a casa, estaba con ella un hombre sesentón muy parecido a mi papá, demasiado parecido a él, me veía con una cara de ternura infinita y mis ojos negros se sintieron intimidados de su mirada... "no te pareces a Silvio" (segundo nombre de mi padre) dijo indiscreto... "me parezco a mi abuela" (contesté rápido). Mi siguiente recuerdo es que cuando llegó mi mamá a la casa después del trabajo le conté de aquel encuentro. Ella me vio y me interrogó por todos los detalles de la escena, como desde entonces me perfilaba como la distraída que soy, le dije que no le puse cuidado y seguí pintando mi tarea.

Por la noche, cuando mis papás creyeron que yo dormía escuché que mi mamá le pedía a mi papá que me contara y me explicara que aquel hombre gordito, pelón y de lentes era mi abuelo. Yo que no conocía más abuelos que al Chele Vicente y a Papingo... me quedé anonadada... ¿de dónde salía este nuevo abuelo? ¿dónde había estado todos los años antes?

Cuando se tiene siete años muchas cosas no son claras y algunos adultos no colaboran a que haya claridad.

Nunca lo pregunté pero creo que fue mi madre la que propició que mi papá se reconciliara con su padre... habían pasado muchísimos años sin verse ni hablarse, al menos los que yo llevaba de vida para aquel entonces.

Pronto los Quintanilla y la otra parte de mi historia familiar empezaron a surgir, descubrí que tengo tooooda una gama de tíos, tías, primos y primas... que todos están deschavetados, unos mas que otros, que son buenos y que son comerciantes por naturaleza, que todos tenían una madre distinta a la madre de mi papá, me sorprendí encontrar tíos que son una versión un poco más joven que mi padre. Fue toda una revelación.

De los recuerdos preciados es la noche en la que mis papás se casaron por la iglesia. La ceremonia se realizó en la misma sala donde veíamos tele y la mesa del comedor fue instaurada como altar para que el padre Mariano dijera "los declaro marido y mujer, puede besar a la novia". Esa noche llegaron muchas personas, entre esa molotera de gente estaban los Quintanillas y mi abuelo... nos dio un regalo espectacular... un enorme (bueno, yo lo veía enorme) televisor a colores... también recuerdo que para cuando huímos en la ofensiva y nos refugiamos en la finca de mi abuelo Vicente en los planes, nos fue a ver allá, nos llevó víveres y a todos los infantes ahí refugiados nos llevó golosinas. Me caía bien.

Tendría once años yo cuando nos avisaron que la niña Rosita, su esposa había muerto. Todos se derrumbaron, iniciando por él, lo recuerdo en el funeral y me conmovió verlo como un niño lloroso y desastroso. Sentí mucho su pena. No tenía ni tres meses de luto cuando encontró consuelo en una mujer mucho menor que él... todos mis tíos y tías saltaron y las discusiones fueron fuertes, él estaba loco como un adolescente, todos decían que la joven en cuestión solo lo estaba estafando y blablablablablabla... él los ignoró.

La última discusión fue en una semana santa, no sé con quién de mis tíos fue... solo sé que él agarró su tercel nuevecito y se fue, iba a la casa de la infame... chocó y aunque lograron llevarlo con vida al hospital, estando ahí vino la muerte y se lo llevó. El parte médico dijo que lo que lo mató fue bajón de azúcar.

Era 18 de abril.

Hoy, mientras veo las ramas inmóviles de los árboles cercanos, lo recuerdo, lo veo cada mañana en el rostro de mi padre quien con cada año se parece cada vez más a aquel salsero emblemático, chachalaquero y animoso.

No estoy muy segura si lo quise, a lo mejor fue muy poco tiempo el que lo compartí como abuelo, a lo mejor no comprendía muchas cosas, no supe si fue buena persona, supongo que si porque todos mis primos y primas lo extrañan mucho y mis tías tienen un su extraño complejo de Electra no superado... no lo sé, no lo supe hace 20 años  y  no lo sé ahora tampoco, lo que sé es que siempre este día lo recuerdo.

Donde quiera que estés Ramón Quintanilla, espero que estés bien.

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