jueves, 10 de mayo de 2012

Ahora el turno me toca a mí

La primera vez que supe de Roque Dalton fue por mi papá. Tenía una copia de "Las historias prohibidas del pulgarcito" que cuidaba y guardaba como tesoro en plenos años ochentas. Pasé meses rodeándolo en la cajita secreta donde lo tenía oculto mi papá, no me atrevía a tomarlo y leerlo, quizá fue porque decía que eran prohibidas esas historias. Por supuesto, mi curiosidad fue mayor. Tenía 11 años. 

Luego, supe de nuevo de él, gracias a mi abuelo, el papá de mi papá, el día que nos llevó a comer al "Bella Nápoles", nos dijo, viendo por encima del marco de sus anteojos de carey "ahí, en esa mesa, se sentaba Roque, un escritor amigo de tu tío Richard, dicen que ahí escribió un montón de poemas" Mi tío Ricardo murió en septiembre de 1980, cuando un comando de la Guardia Nacional acorraló a su célula, resistieron 8 horas, pero esa es otra historia, en el momento en el que mi abuelo me dijo que Roque era amigo de mi tío me sentí importante, más importante me sentí cuando supe que tuve un tío guerrillero. Ahí está ese rincón mal iluminado en el Bella Nápoles todavía, me imagino a Roque, todo seco y fello escribiendo en páginas amarillentas con esos lapiceros baratos, los kilométricos o una versión anacoreta de éstos. Tenía 13 años.

Encontré "La Ventana en el rostro" en una expedición en la biblioteca del colegio, ese colegio jesuita que nos torturó el alma a Roque y a mí. Ahí en medio de los polvosos anaqueles, donde Toyita, la gorda bibliotecaria, me dejaba pasar a curosear solo porque era "cliente bien obediente y constante" de la biblioteca, ahí estaba... solito y delgadito... olvidado y a merced de las polías, tuve que subirme al a escalerita de madera para alcanzarlo, estaba en alto, como todos sus libros de poemas y rebeldías. Me enamoré por primera vez de un poeta. Me pareció que era el hombre más hermoso del mundo, no por su aspecto, sino por todo lo que decían aquellas páginas, desee ser Lil Ramírez o su esposa Aída... desee ser amada por él. Tenía 15 años

Góchez era mi profesor de Letras, era el promotor artístico más activo que he conocido, gracias a él coquetié con diferentes ramas del arte: literatura, debate, teatro, música... me ponía a escribir como si no hubiera otra cosa que hacer en esos tiempos adolescentes, siempre pensé que él pensaba que solo vivía para escribir. No se equivocó, pero un día llegó a sacarme del aula y me dijo que tenía que aprenderme un poema para el certamen de declamación, no estaba de acuerdo, porque para mí escribir poesía estaba bien, pero declamar poemas ajenos frente a un montón de coetáneos era un atentado a mi timidez tan grande. Me dijo... "le toca tal día, que sea un poema de Roque... el que usted elija" ... para ese entonces ya había leído la mayoría de sus libros: "Un libro levemente odioso", "El turno del ofendido", "Miguel Mármol", "Pobrecito poeta que era yo", "Taberna y otros lugares", "Un libro rojo para Lenin"... tenía para elegir "galanamente"... u_u  ¿Por qué Góchez me hacía eso? ¿Qué le había hecho yo? NADA! Pasé con el sufrimiento de la elección toda una semana... mi mamá me veía sentada en el piso de mi cuarto, rodeada de libros abiertos, sufriendo como nunca... y le decía a mi papá "esta niña está loca" mientras un potente delirio de persecución se apoderaba de mí, hasta que dí con uno, con ese poema de amor, que no era romántico, que no era para el idilio cliché. Lloré cuando lo descubrí, sentí cómo sí soy salvadoreña cuando me siento de "los tristes más tristes del mundo". Gané el certamen. Tenía 16 años.

El primer hombre que me amó era un niño, no alcancé a amarlo porque así soy yo, tengo extraño el corazón, por años pensaron que solo podía enamorarme de personajes de historias ajenas, de cantantes peludos rocanroleros o de fantasías nacidas de mis sueños. Era una mini-arpía. Él era amoroso, era catequista, educado por salesianos, no lograba entenderme del todo, pero aún así... me amaba. Cuando supo que me gustaba Roque, se aprendió un poema solo por el gusto de recitármelo mientras esperábamos que iniciara la misa dominical. ¿Había algo más incoherente que una revoltosa estudiante jesuita emparejada con un sacro-varón salesiano? Sin embargo... qué lindo era escucharlo..."Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas, pronuncia: flor, abeja, lágrima, pan, tormenta..." y en vez de nacerme amor desmedido por aquel flaco y moreno muchacho, me daban ganas de haber vivido mi adolescencia/juventud en los 70's para irme a la montaña fusil en mano, corazón de fuego, libre de toda atadura. Tenía 19 años.

Como buena mujer enamorada, con años de experiencia en este amor tan daltónico experimento en mayo esta soledad tan silenciosa de su muerte. Me pregunto qué hubiera sucedido si Roque hubiera vivido un poco más. Cuántas palabras nos robaron sus asesinos, cuántas balas no fueron bien apuntadas, cuántos amores se quedaron en su estuche de novedad. Y pienso en Roque, con el mismo fulgor de los 11, de los 13, de los 16, de los 19 y ahora con 34 años solo puedo hacer el recuento de su pasión en mi propia pasión. 

Donde sea que estés Roque, este corazón que me late fuerte y claro sigue pertenenciéndote. 



3 comentarios:

Miguel G dijo...

Una maravillosa declaración de amor... yo también amo la poesía de Roque y su desfachatez, me lo imagino diciendo cualquier cosa ante un compañero de esos de los 70´s, tan dogmáticos y de manual soviético.
Un gran hombre de izquierda, de aquellos que su muerte no calla sino que lo hace más grande.
Gracias por compartir a "tu Roque"

KR dijo...

Es primer año en el que escribo de Roque en el día de aniversario de su muerte, siempre he escrito en su cumpleaños.

Roque es tan "así" para mí, como si pudiera educarme en tantos aspectos al leerlo: historia, leyes, revolución, luz, amor... tristeza, fealdad, tragedia, miedo y libertad.

KR dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.