viernes, 1 de febrero de 2013

Yo no quiero ir ahí

Estoy cómoda en mi escritorio, escribiendo, investigando, cotejando gráficas, tratando de entender índices. Yo no quiero ir ahí.

Ahí donde grita el espanto, en la escena del crimen, en la furia de una huida, en donde no hay salidas fáciles, donde mueren niñas, donde asesina muchachos.

Yo no quiero ir ahí, ninguno de los que trabajamos en esto queremos ir a ese lugar, pero queremos hablar de ello, queremos sentirnos orgullosos portadores de verdades a medias, queremos que nos llamen expertos en prevención de la violencia. Nunca hemos estado cerca con ellos.

Ellos... es tan difícil nombrarlos, porque ninguno tiene nombre, todos son ellos o ellas, las que nunca regresan, las que dejan los estudios, los que se van mojados, las que son prostituidas, los trabajadores explotados, los drogos, los mareros, las putas... todos son ellos... y todos son viejos a los 30, si es que llegan, si es que sobreviven, si es que no terminan en una fosa clandestina, en un pozo oculto, si sobreviven a las violaciones, a los partos prematuros, a los golpes de los que los aman.

Y yo honestamente no quiero ir donde están ellos, me da miedo romper a llorar como lo hago ahora frente a la computadora y yo soy parte de todos los cobardes, de los traidores, de los que los abandonamos porque es más fácil sobrevivir uno, uno y sus familias, porque "ellos" ya no tienen remedio.

Me pregunto, ¿cómo era cuando eran inocentes aún? ¿de qué color era su ingenuidad? jugaban, se sorprendían, disfrutaban del viento, olían a leche materna, se chorreaban comiendo mangos, caminaban incansablemente. Todos ellos fueron  pequeñitos. Algo quebró esa inocencia.

Teorizamos ese "algo" y nada o poco concretamos, algunos señalan por qués, otros acusan culpables y estamos los que escribimos fríamente lo sucedido.

¿Quién te dijo que eras hermosa antes de ser violada? ¿quién te quiso inmensamente antes de que otro te quitara la dignidad? ¿quién te ofreció un abrazo después de la primera paliza? ¿quién curó tus heridas después del largo camino que recorriste? ¿quién te dio la mano antes de ser enterrado clandestinamente? ¿quién te dice que aún tenés un futuro? ¿quién cree en vos a estas alturas?

Ninguno de nosotros lo hacemos. Solo nos quedamos en nuestros escritorio... escribiendo.

Somos igual que tu realidad: monstruosos.

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