El viernes pasado, mientras esperaba a una amiga en Galerías, me aburría de lo lindo, pensando en que a veces no "disfruto" de gustos femeninos comunes... me fui a ver ropa.
Entré a Zara.
Recuerdo que hace diez años compré un pantalón ahí, era hermoso... negro, de corte bajo y un ruedo inglés precioso, la tela era lustrosa y suave. Amé mi pantalón y me acompañó hasta que empecé a engordar descontroladamente hace tres o cuatro años.
Vi los precios, tan acordes a ese ambiente brillante y lleno de luz, con ese olor a capitalismo desmedido, tan incongruente a las tallas XS, la que solo necesita media yarda de cualquier tela para hacer una blusita, una faldita, un pantaloncito... si, en diminutivo porque no hay otra forma de describir esas tallas.
Por supuesto, una linda señoríta, también diminuta, se me acerco para preguntarme si sabía lo que buscaba (pregunta más bien retórica, con la retórica respuesta de que no, no sé qué busco en esta vida... aún), le dije que si necesitaba su ayuda la llamaría.
Qué raro entrar a esos ambientes, donde la pieza más barata (un par de calcetines) vale $9.99, donde un vestido vale $99.99, donde un par de zapatos (feos e incómodos) valen $120.
Luego recordé que en algún lugar del periódico, en algún momento del último mes, leí que en Bangladesh un edificio destinado a talleres de la industria textil se derrumbó, al parecer la estructura no era adecuada y debido al peso de las maquinarias, las personas y otros factores... se vino abajo. No... no hubo un temblor que lo tumbara. Solo así... se derrumbó.
Murieron 1,127 personas, más de 2,000 siguen desaparecidas. La industria textil europea (sobre todo inglesa y española) ha trasladado sus talleres allá, a aquel país donde se encuentra la mano de obra más barata de todo el mundo, así es... todo el mundo.
EL 95% de los empleados recibe el salario mínimo que es de $38.
Treinta y ocho dólares... al mes.
Sentí una gran tristeza de pensar en ese salario mínimo y ver la etiqueta de una blusa que decía $45. UNA BLUSA!
Pero como dice Karina, no nos vayamos tan lejos... pensemos en las maquilas acá en el país, allá enclavadas en valles como la Troncal del Norte o camino al aeropuerto... grandes construcciones hechas de láminas galvanizadas donde pasan horas y horas miles de mujeres, sin protección, sin agua y con solo dos oportunidades para levantarse para ir al baño.
Me conmociona pensar en GAP, LEVI'S, BENNETON, MANGO O ZARA, no porque me conmocione ver su colección Primavera-Verano, ni porque diga "manufacturada", ni porque sean lo que sean para levantarle la autoestima a una persona vacía. Me conmociona saber que sea como sea, cuando sea... usted y yo nos sentimos tentadas a ver esas prendas y suspirar y que el mundo mierda este no se tienta el corazón para dar mejores salarios, mejores prestaciones y condiciones de trabajo a esta gente, que no importando que estén en la India o en El Salvador o en Malasia... jamás en su vida entrarán a un almacén de estos, como lo hice yo... y como lo hicieron decenas de personas el viernes pasado.
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