jueves, 9 de mayo de 2013

"No somos nada, la vida es prestada"

La frase que da título a este post me la dijo Karina, un día de estos que nos reunimos, entre otras cosas para  recordar lo lindo que es trabajar juntas.

Es cierto, la vida es corta, no es solo porque lo he estado pensando desde marzo; sino porque en realidad así es. 

Conocí a don Napo un día de diciembre, yo recién tenía 6 años y Lorena, mi hermana, tenía un mes de haber nacido, recuerdo que le ayudó a mi papá, único hombre de la casa, a bajar los muebles que traíamos en un pick up el día que nos mudamos a Mejicanos, veníamos de un apartamento de la Zacamil y esa casa era en la que creceríamos Lorena y yo.

Don Napo, esposo de la niña Reina y papá de Carolina, madrina de bautizo de Lorena y mi madrina de confirmación, establecieron una relación de cercanía y amistad muy grande con mi familia. Para cuando yo era una cría de seis años, él ya era canoso y tenía el carácter amargo de los viejitos oriundos de La Unión. No puedo hacer un recuento de todos los recuerdos que tengo de esa familia. Siempre estuvimos cerca: en los terremotos, en la ofensiva del 89, en las celebraciones, en los sustos, en todo.

Hasta que un día, motivados por varias razones nos fuimos de aquella casa. Yo tenía 19 años para entonces.  Tan acostumbrados estábamos a aquella región encantada, que regresábamos a menudo a visitar a los Mejía (ese era el apellido de aquella familia), luego la vida, que es una maldita, nos fue insertando en otros ambientes y otras rutinas, así que las visitas empezaron a ser menos frecuentes... solo en navidad, una vez en semana santa y así.

No sé desde cuándo mi familia no visita a esa familia. Yo tengo consciencia de no haberlos visto desde antes de irme a Guatemala en el 2010.

Ayer me enteré, me lo dijo Lorena... el 25 de abril murió don Napo. La vi muy afectada, a mi me sorprendió la noticia pero me pareció natural. La vida es así, incluye la muerte, claro... creo que en mi sentido práctico de la vida... siempre espero que sea así, que la gente se muera cuando le da la gana, no cuando lo asalten, o lo atropellen o le llegue una desgracia de salud o un desastre natural. 

Don Napo ya no está. Solo me queda el recuerdo de sus cabellos totalmente blancos desde que tengo uso de razón, de su inseparable machete, de su taxi roído y de sus gritos, no de enojo, sino porque los de oriente hablan gritando. Sea donde sea que esté... le mando mis saludos. 

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