martes, 21 de mayo de 2013

Andate ya Mayo

Yo sé que nada me has hecho este año... pero igual, tus predecesores dejaron una marca demasiado grande para vos.

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Aquella mañana llegó a su escritorio, a ella le gustaba decirle con ostentosidad... "mi oficina" para no darse cuenta del todo que era el lugar menos indicado para ella.

Amenazaba con llover.

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Jamás me sentí demasiado "adecuada" para el mundo, soy callada, mal humorada, demasiado triste a veces para la gente festiva. Andate Mayo, vos me empeorás.

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Llegar a la casa era enfrentarte a la cantaleta de cinco personas, con sus diferentes conflictos, mayo le  pasaba factura el haber sido "indispensable" durante años y ahora que ya no quería seguir aquel juego se sentía atrapada. Amenazaba con llover.

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La mera verdá, es que no recuerdo desde cuándo ando así, tal vez desde la vez que no pude rescatar al gatito atrapado entre el techo de la cocina y el árbol de marañones, matarlo accidentalmente me marcó. "Accidentalmente"... qué palabra más curiosa. Aquel día amenazaba con llover.

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Mandar un mensaje y no recibir respuesta, llamar y no recibir respuesta, escribir un mail y no recibir respuesta... tanto silencio no era por gusto, a lo mejor era señal de que era tiempo de enconcharse un momento... o agarrar su mochila y decirle alguien "vámonos ya a Guate... o al sur... o donde sea". Ser adultos es tan difícil. ¿Y sus obligaciones... sus trabajos... sus familias... sus tantos años adultos?

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¿Y si mato a alguien accidentalmente? ¿será lo mismo como cuando maté al gatito?

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Había algo ese día que no lograba entender, era como tener una regresión a sus años de estudiante universitaria, como cuando un día le dijo al arquitecto que la amaba que se fuera a la puerta del diablo y se tirara.

El cielo estaba igual de oscuro. Amenazaba con llover.

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Pasó toda la mañana esperando a que el dolor de vientre se le quitara, la hemorragia seguía su curso normal que ya no era catalogado como anormal porque al fin y al cabo hasta lo malo termina siendo normal. Quería arrancarse el útero de una vez por todas, confesar que una vez... tan sola una vez... deseó tener un hijo, que fuera de eso, el útero no le había servido para mucho, más que para joderla.

Por supuesto, nada indicaba que esta mujer tuviera dolor o que derramara sangre o que está atosigada de hormonas, nadie sabía que sentía calor terrible, que buscaba una forma de escapar de su piel, que precisaba más besos que en años anteriores, que necesitaba algo que no sabía definir, todos creían que redactaba más capítulos del informe, del libro, del todo... mientras en sus audífonos sonaba aquella canción.

No llueve, solo amenaza.

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- ¿Qué vas a estudiar cuando te gradues? - preguntó aquel muchacho de ojos claros.
- Medicina - contestó ella de manera mecánica, sin prestarle demasiada atención.
- Yo voy a estudiar ingenieria - dijo con carácter interesante, para seguir una plática unilateral.
- No me interesa - dijo ella sin quitar los ojos del libro.
- Bien dicen que sos bien cabrona - dijo con amargura él.
- Yo no te dije que vinieras, no me gusta que me hablen mientras leo - explicó ella.

Él se levantó y recorrió toda la biblioteca buscando la salida. Dejó un sobrecito sobre la mesa donde ella no se inmutaba por su paso lento.

"Que tenga un lindo día" decía un pedazo de papel... "sé que no te gustan, pero deberias probarlos" y junto a esas lineas había un chocolate.

Vio por la ventana... amenazaba con llover.

Quiso llorar.

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"Niña... dejá de estar viendo esa babosada"... era el grito de su mamá desde la cocina, ella se había detenido unos segundos frente a la tele, era tan temprano que la señal de transmisión de los canales nacionales a penas hacían pruebas... ponían videos.

Un día antes el profesor les dijo... "el arte, cualquiera que sea, es un reflejo del ser humano", para entonces no sabía qué tipo de arte, qué tipo de humanidad le correspondía.

"Que te apures, Karla María!" fue la frase que la sacó de su distracción.

Uniformada con su falta paletoneada, sus calcetas blancas y zapatos de hombre salió camino al colegio. Al abrir la puerta de la casa sonrió. Estaba lloviendo.

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Al conectarse, vio que Miguel estaba conectado. "Buenos días" tipeo ella e inmediatamente su saludo fue enviado a la velocidad de lo instantáneo y llegó a la computadora de él, a kilómetros de ella. "Buen día...¿estabas en reunión?".

Ella supo que alguien la echaba de menos en algunos momentos. Eso le sacó una media sonrisa. Afuera... estaba lloviendo.

Mayo vete ya... necesito que sea junio.

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