lunes, 18 de enero de 2010

Alfonsina

Era el nombre de mi tortuga, Pedro me la regaló el día de mi cumpleaños número 23, según me dijo, porque era 23, la fecha y la cantidad de años coincidían, era algo memorable... y él que toda la vida es memorable, buscó algo que darme para recordar la vida, que recordara cómo es mi naturaleza, y que yo pudiera darle nombre, es decir.. que le amara.

Cruzando un río en Chalatenango la encontró. Era pequeña, con un color entre café lustroso y parches verdes, como yo, era algo arisca, se escondía cada vez que alguien quería verle el rostro. Su caparazón era su refugio más querido y tenía el privilegio de haber salido del agua.

La llamé Alfonsina, por mi escritora favorita: Alfonsina Storni. Tuvo razón Pedro en pensar que amaría a esa tortuguita. Me parecía misteriosa y apacible, como la mayoría de las cosas que me sorprenden en esta vida. A lo mejor mi mascota fue prima de Burocracia, la tortuguita de Mafalda, a lo mejor tuvo contubernio con la Tortuga D'Artagnan, a lo mejor me daba buen humor encontrarmela de vez en cuando en el jardín, caminando a paso lento toda la vida que le habían dado.

Alfonsina ya no está.... tampoco Pedro, pero lo importante y lo rescatable de todo esto es la manera en que conjugo mis recuerdos, donde se enlazan muchos aspectos, mucha información y muchos "sentires" de mí misma. De todo esto me quedan: mi manía por nombrar mascotas de maneras irracionales, hechos históricos e histéricos de la poesía, las imágenes televisivas de mi infancia y la seguridad de ausencias presentes.

***suspiro***

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