viernes, 15 de enero de 2010

Nadie es cuerdo

a las 4:02 de la mañana, claro... me dirán todos los que me conocen que, en manera singular, yo no soy cuerda a ninguna hora habitual. Lo sé. Pero a esta hora, donde solo me acompaña el hiriente frío madrugador, los últimos vestigios del café (poderosamente fuerte) y el ruido emitido por esas enormes rastras cañeras que trasladan el producto de la zafra y el sudor de no-sé-cuántos hombres infinitamente anónimos y que han colaborado para que yo no me tome el café amargo.

Pictures of you me suena eternamente y me hace preguntarme ¿en realidad qué es lo que quiero recordar dentro de una hora, en una semana, en un año.... en mi ancianidad (aunque nunca llegue a ella)? Y ese interludio armónico entre guitarras y sintetizadores me llena de ritmo el corazón que se mece tal cual hoja al viento. No crean mal... soy feliz. Solo que renegar es una costumbre difícil de quitar.

Nadie es cuerdo a las 4:08, mi abuelo tampoco lo era, su manía de despertarse con el alba a cultivar la tierra nunca se le quitó, aunque ya no tuviera tierra que cultivar y sus 78 solo le permitieran trasladarse desde su cama hasta el sofá de la sala, donde yo me reunía con él en lo que fueron mis primeros episodios insomnicos. Ay Chele Vicente, ¿te reuniste ya con mi abuela? ¿o a casoso sos el culpable de mantener mi mente despierta con cuentos de la Siguanaba o el duendito que escondías entre las hojas de "costilla de Adán" para que me entretuviera buscando excusas para narrar babosadas en mi vida?

Otro culpable de que nadie sea cuerdo a las 4:13 a.m. es Aníbal, quien en su afán de entrenarme para lo que sería mi manera de ganarme el pan, me exigía entregas literarias todos los martes a las 2:30 p.m. en un salón olvidado del Humanístico; ¿qué más podría esperar? Bajo presión la cordura se me larga aún más rápido, si es que en algún momento logra llegar. Irónicamente, en la actualidad, sigo dando mis entregas literarias todos los martes, solo que ahora a las 9 a.m. Yo sé, los sé perfectamente: Aníbal solo me entrenó para la batalla, pero nunca me dijo qué se hace cuando se gana la contienda. Heme aquí. No encuentro qué hacer con el placer de asesinar a mis adversarios, a mis némesis... en las manos. No... nunca he sido cuerda y menos a esta hora.

Las 4:20 de la mañana es la hora menos adecuada para acordarme de vos, sea bien dicho de paso... porque... No sé... supongo que nunca es una buena hora para acordarme de vos. Solamente.

(Inserte AQUI un período de sesenta segundos, para que instantáneamente ya no sean las 4:20, gracias querido lector)

A las 4:21 regresan a mi las esperanzas y la idea retorcida que a lo mejor... vos si querrás pensar en mi. Nada-más.

(Vuelva, el amable lector, a insertar AQUI, otro período de sesenta segundos)

Gracias a Dios, al diablo, a mi abuelo, a mi ex-profesor de literatura y otros menjurjes, a vos (quien quiera que seas) y al amable lector insertador de segundos... no ser cuerda cuando no estoy sola me duele menos.

Nadie es cuerdo a las 4 y media de la mañana... y menos yo.

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