sábado, 16 de junio de 2012

Ánimos

Mis ánimos son una cuestión difícil de sobrellevar, tuve que aprender a administrarlos adecuadamente antes de zamparme un cuchillo en las venas y acabar de esa forma con las miserias que (yo sentía) me rodeaban. 

Mi mamá siempre ha insistido en que soy como un imán. La gente me busca, a pesar de ser tan huidiza y huraña, para contarme sus cosas, para buscar un desahogo, para encontrar apoyo. Fue hasta hace poco menos de unos cinco años cuando todo estalló y dije que no podía vivir así, también yo necesitaba eso que otros encontraban en mí. Me cerré. No me juzguen, era yo más joven y todas mis inseguridades, hasta entonces bien guardadas, saltaron a la superficie. Como el tiempo es incontenible, con un par de bofetadas me enseñó que no podía encerrarme dentro de mí y ser la ermitaña que deseaba ser. 

Volví.

Pero al regresar tenía más clara la perspectiva y entendí que debía tener equilibrio, no solo recibir, sino dar ánimos a la hora de la verdad, reaprendí a escuchar a la gente en ese momento íntimo de confesar sus miedos, sus dudas y sus anhelos, al despojarse de todo instinto de protección y poner sobre la mesa (o la guantera del carro o la mesa de un bar) la intimidad más tierna que puedan poseer con el afán de encontrar una esperanza remendadita para seguir siendo valientes, para ser innovadores, para sentir que se puede sonreír para la siguiente fotografía.

Es un privilegio, porque resulta que una es medio torpe para las cuestiones afectivas y solo atino a darle una palmadita en la espalda o sonreír de la mejor manera para contagiar alegría o quedarme calladita viendo a los ojos al que me habla para que entienda y que no se le olvide que no está solo ante el monstruo de sus miedos, que tiene el soporte infalible de la terquedad que pueda heredarle; más de alguno de los que leen estas líneas dirá... "pero eso es demasiado arriesgado" o "ajá... ya se van a dar de topes a la hora de las horas"... y puede que tengan razón, pero la razón no es la mamá de Tarzán, la razón sin el aderezo del instinto y la pasión no sirve más que para tenerla de trofeo en un estante... pura estética para que digan que una es inteligente, pero esa supuesta inteligencia está vacía. Al final se convierte en una atadura. 

Ayer conversaba con Jenny y me hacía muchas preguntas que se hace a sí misma, y yo quisiera tener las respuestas para dárselas y darle un poco de paz, otorgarle esa calma que quisiéramos que no nos abandone, pero no puedo, soy una simple mortal y en mi vana mortalidad tengo la agravante de no ser la más indicada para algunas cuestiones, pero lo que tengo, que es mi fuerza y terquedad para buscar lo que andamos rastreando, pues aquí están, porque los escépticos, los "demasiado inteligentes", los timoratos no comprenden lo que significa trabajar por algo que se desea con todo el corazón; porque los que me piden estadísticas o  proyecciones de ventas o los que no ven necesario pasar por lo que pasamos (aunque si son buenos indicadores, pero no los únicos) jamás entenderán que hay un "algo" que no logramos describir y que nos hace pensar, cada mañana al abrir los ojos, que se puede construir lo que una desea a pesar de las adversidades y que al poner los pies en el piso frío de la madrugada, sabemos que todos los pasos que necesitan ser dados para llevarnos a nuestro objetivo están ahí, a merced de nuestros pies.

1 comentario:

Ivette dijo...

Pues la vida es intentar alcanzar ser esa persona quien uno sonho ser...sin volverse esquizofrénico en el intento. Te quiero en la distancia, amiga.