De cómo lo inesperado me ataca

Recorro el camino entre San Salvador y San Juan Opico... la mañana se estrena, el frío avienta su manto incoloro y me deja la piel eriza. Recorro el camino entre mi pensamiento y mis ganas de decir lo que siento. No importa. El silencio es mi testigo.

Emprendí el viaje, no sé si me acompañará alguien o si patearé este terreno sola. Pienso demasiado, duermo muy poco, me da miedo vivir, por otro lado atestiguo a las estrellas y dejo de destrozar palabras. Quiero quedarme con tu soledad. No sé dónde estás. Bueno sí, lo sé, pero no es mi espacio, no es mi lugar. Las horas me dicen otras cosas. Cierro los ojos, deseo el descanso.

Y encuentro nubes y roces lejanos, me abrazan tus palabras para luego dejarme en la ribera de mi libre albedrío, el viento me acaricia los cabellos y decido vivir en libertad.

ACLARACIÓN NECESARIA: Como sabrán algunos lectores y lectoras de este espacio, a mí no me gustan las canciones de este tipo. Pero resulta que esta mañana mientras iba a mi casa, luego de una noche de juerga... salió esta canción en el bus en el que viajaba... y al estar escuchándola y ponerle atención, nació el texto de arriba, que no es un poema, no es una narración, es un "algo" que nació en ese momento y que crié hasta que lo publiqué en este lugar que me está enseñando que ser incoherente, de vez en cuando y en cositas tontillas, no es el fin del mundo. Porque yo no estoy para andarlo contando, ni ustedes para andarlo sabiendo... pero estoy feliz de lo que a diario vivo.