miércoles, 4 de enero de 2012

La última flor terminó de deshojarse

Hace más de tres años escribí una serie de cuentos con tinte erótico. Varios se han perdido, pero otros siguen aquí conmigo. Ante el recordatorio de IP, a quién le prometí algún día entregárselos, he decidido rescatarlos y reeditarlos. Este es el primero. Que lo disfruten. ^^

---

LA ÚLTIMA FLOR TERMINÓ DE DESHOJARSE.

Cada día entraba en su casa. Sola.

Cenaba, veía tele, leía, escribía... siempre sola.

Amaba el silencio, la soledad no le pesaba... su día iniciaba y terminaba al llegaba a esa esquina de su casa, donde una mesa era la depositaria de las flores que él un día le regaló. 

Nadie se imaginaba que en realidad (y a pesar de no parecerlo) a ella le gustaban las flores. A ningún hombre se le había ocurrido que podía quedar bien regalándole unas sencillas flores. ¿Acaso ella nunca lo dijo? ¿Acaso nunca dijo "qué lindas flores" y eso dar el indicio a sus pseudo-novios anteriores para que aparecieran un día con las dichosas flores? No. Nunca lo había dicho. "Nadie pudo adivinarlo, excepto él" pensó mientras miraba aquellas eternas frescas flores. Tenían más de seis meses de estar ahí... en su jarrón, recibiendo los nutrientes del agua y del recuerdo. 

Cada día al regresar de su trabajo tenía que enfrentarse a aquellas que le recordaban lo feliz que fue con él. Las odiaba tanto como las había amado. No se imaginó nunca que al recibirlas faltaría menos de dos días para que él la abandonara, cometiendo la terrible infamia de morirse justo cuando ella más lo amaba. En su dolor y en el trajín del sepelio, ella no prestó atención a aquellas sencillas margaritas amarillas, fue al finalizar las misas que la familia de él había mandado a realizar a cambio del descanso de su alma, cuando ella se percató. Las flores estaban incólumes luego de once días de padecer los estragos de su depresión. Lloró al verlas, porque como todo en  su casa, le recordaban a Manuel, pero no tuvo corazón para deshacerse de ellas.

Pasaron los días, las semanas, los meses... y parecía que el tiempo se había detenido para ella y sus flores, solo el transcurso laboral y otras actividades le decían que los días pasaban, porque sus flores y recuerdos estaban intactos. Todos estaban preocupados por ella, todos: sus amigos y familia creían que no superaba su luto. No salía, no había buscado a otra pareja, nada... disfrutaba de su soledad y sus flores, no quería averiguar el misterio de aquellas margaritas. Todos especulaban si lloraba o no luego de medio año de cuasi-viudez. Poco a poco ella fue dándoles breves momentos de alivio, le volvió la risa y el entusiasmo, a veces iba al cine y cenaba con sus hermanas, con tacto todos trataban de averiguar por su cuenta si estaba bien., "estoy bien" repetía ella al reconocer en sus ojos la lástima. 

Una noche llegó como siempre a su casa. Sola, algo cansada del trajín en el oficina, los pies le dolían un poco. Mecánicamente vio hacia la esquina, se sorprendió al ver que algunos pétalos habían empezado a desprenderse de las flores, supuso que la magia estaba llegando a su fin, se sintió triste. No quiso enterarse de nada. Inició su ritual nocturno, saltándose la cena, terminó durmiéndose. Soñó con él. Era la primera vez que soñaba con él desde su muerte. La madrugada la sorprendió con una lágrima que se desprendió de sus ojos al abrirlos. "La vida sigue" pensó, no lo dijo con ánimo y optimismo, más bien era una queja. 

Los días siguientes fueron terribles, nada le satisfacía, el humor le desmejoró. Siempre estaba de mal genio. Al llegar cada noche ignoraba a las flores, segura que vería más pétalos regados en la mesita. Llegaba y se tiraba a dormir. Seguía soñando con él cada noche. 

Aquel día fue distinto. Desde que despertó supo que algo había cambiado. No recordaba lo que soñó la noche anterior, estaba segura que no lo había soñado. Eso le alegró. Todo el día fue fluído y hasta se dio el lujo de aceptar la invitación a cenar de un compañero de trabajo. "Está bien" contestó cuando aquel hombre le insistió nuevamente en la invitación. 

Enrique era un hombre espléndido, buen mozo, educado, con un sentido del humor recatado y distintivo. Se había enamorado de ella desde que la descubrió tierna y solidaria, bajo la pinta de mujer fuerte e independiente. La miraba con ternura cada día, siendo paciente, supo de su pérdida y no interfirió abusivamente, estuvo a su lado hasta donde ella lo permitió. Ahora ella se veía mejor, más repuesta y dispuesta al "move-on". La velada fue magnífica. Ninguno de los dos se adelantaba a lo que sucedería luego de aquella cena, se dedicaron simplemente a disfrutarla. 

Llegó ella a su casa, puso sus llaves en la cómoda junto a la entrada, tiró su cartera sobre el sillón, se sacó los zapatos, recordó en ese instante que Manuel siempre gustó de verla descalza, era como si ella se desarmara al entrar al hogar que construyeron entre los dos. Fue a la cocina, sacó una botella de agua del refrigerador y un vaso de la alacena, mientras daba el primer trago de agua, fue como si oyera a su difunto amor en ese instante: "Tomá agua, te vas a enfermar niña!" Los recuerdos la perseguían por la casa. Recordó las flores. Se dirigió al comedor y desde ahí, se inclinó para ver la mesa-altar donde las flores habían habitado más de seis meses.Todas habían muerto, solo una flor quedaba con pocos pétalos. Sintió una especie de pena, pero no era tristeza. Era como lamentar algo sin mucha importancia. "¿Qué está pasando?" se preguntó. 

Fue a su cuarto, se percató que otros recuerdos de Manuel la habían seguido. No le molestaba, tenía esa sensación que ya había tenido antes, cuando él iba a llegar de su trabajo, algo cansado, pero con ánimo de hablar con ella, de cenar con ella, de lavar los platos mientras ella los secaba, de luego tomarla de la mano y guiarla al dormitorio. Se sentó en la cama, como cuando se sentaba en la cama mientras él se inclinaba para besarla en la boca. Sintió el mismo calor en las orejas que sentía cuando la excitación se anunciaba al sentir que él empezaba a acariciarla. 

Era feliz en ese momento de recuerdo, era tan distinto, no recordaba el dolor, ni la tristeza de su muerte. No. Despacio se fue despojando de su ropa, pensando que sus dedos eran los dedos de Manuel, que sus manos no eran suyas, sino las del hombre que apenas rozaba su piel mientras recorría las costuras de su sostén, admirando sus pechos. Sintió el beso de Manuel justo sobre aquel lunar que solo él sabía dónde encontrar. Se permitió la nostalgia de nombrarlo en un susurro mientras cerraba los ojos. Lo vio ahí con ella. Ambos callados. Ambos deseosos de seguir lo que habían iniciado. Se acostó ella pensando que mucho lo había extrañado durante tantos meses. Él callado acariciaba su piel lentamente mientras invadía con besos pequeñitos su cuello y la zona entre sus senos... ella que no sabía que era todo aquello no pudo más que, con lentitud, desabrochar su brassier. Manuel terminó de quitárselo. Ella lo besó como antes ya lo había hecho. En la dicha del momento no le importó quién era aquel hombre que le quitaba su última prenda, se limitó a facilitarle el trabajo. Toda la delicia del mundo estaba en aquellas manos, en aquella boca, en aquella lengua. Jadeaba ella mientras se adentraba él en sus entrañas. El mundo se podía acabar en ese instante si así lo deseaba, las flores se podían morir y ya no importaría, las estrellas podían descuajarse si era su regalada gana, nada le importaba en ese instante a ella. Explotó el orgasmo anunciado en sus jadeos y Manuel tuvo que retirarse al olvido, mientras ella se reponía del éxtasis. 

En la sala, la última flor terminaba de desprenderse de su último pétalo.

A la mañana siguiente, aquella mujer se arregló y recordó su momento masturbatorio con alegría, no recordaba cuándo había sido su último orgasmo, supuso que fue la noche en que las margaritas llegaron a su jarrón. Se fue a la oficina, el mundo le sonreía. 

Al llegar a su trabajo y entrar a la oficina se dio cuenta, había un ramo de flores sobre su escritorio. Al leer la tarjeta que acompañaba al ramo, vio un nombre luego de la dedicatoria. Enrique. 

No hay comentarios: