lunes, 16 de enero de 2012
¿Qué ha cambiado?
Quisiera decir que muchas cosas han cambiado desde aquel día, pero no es así.
Soy hija de la guerra, tenía solo 14 años cuando los Acuerdos de Paz en mi país se firmaron, pero para entonces yo empezaba a ser la persona desconfiada y contestataria que soy.
No solo la historia, sino también mi familia y los jesuitas forjaron el carácter que vivo y que me carcome en las indignaciones que sufro cada vez que no estoy de acuerdo con algo... porque es injusto, porque es avasallador, porque sufren otros.
A los catorce años y como "regalo" por el magno evento, mi padre sacó de su escondite no solo sus cassettes, sino un par de cassettes de Beta Max y nos puso en aquel viejísimo televisor una película: La noche de los lápices. Lloré tanto viendo esa historia de cipotes valientes y luchadores.
Mi padre nos la puso y luego de eso... vimos las noticias, Cristiani y sus secuaces firmaban un papel, mi madre chineaba a Gabriela, la menor de mis hermanas, que con solo 4 meses de nacida, daba la bienvenida a una "nueva era". Todos éramos jóvenes y un poco esperanzados. Todos pensamos que todo mejoraría. Mi padre, hombre sabio... dijo que tendría que esperarse "algún tiempo" para que todo se estabilizara y se vieran los primeros cambios. No pasó. Más bien, nos acostumbramos y nos des-sensibilizamos ante las cosas atroces que siguen sucediendo.
Quizá sea yo una alarmista, pero el sábado por la noche, mientras caminaba con mi padre por la colonia nos dimos cuenta de algo: decenas de soldados patrullaban, no habían policías, solo soldados.... como antes, caminando unos tras de otros, en fila india, cargando sus fusiles, las cabezas alzadas, prestos a contener cualquier "situación". Otros habían puesto un retén en la entrada de la colonia, revisaban a todos. Él notó mi incomodidad al ver esto..."nos tratan como cuando había guerra" dijo. No sé, pero creo que noté la misma tristeza que se le posa sobre los hombros cada vez que vemos "La noche de los lápices".
Hoy hace 20 años, mi padre recordó cuando él era un treinta añero, esposo, padre de tres niñas, hermano de un guerrillero caído en combate, ex-sindicalista, recordó y me recordó que vivir para ser tratados como inferiores por un soldado no es algo que está en nuestro "ideal" de vida.
Inseguridad, injusticia, iniquidad, pobreza... desigualdad... extrema violencia social... falta de educación, garantías de vida digna... muchas cosas quisiéramos que cambiaran, hay días, como este, en los que se piensa que se puede, pero es tan difícil, a veces tan imposible.
El sábado, mi padre y yo regresamos callados a casa. Las estrellas que nos cubrían son las mismas que hace veinte años nos vieron regresar a pie a nuestra casa luego de estar en la plaza inundada de rojo, de alegría, de esperanzas. Tanta memoria es imposible, tantos recuerdos no se pueden perder, tanta esperanza está guardada pero corre el peligro de convertirse, nuevamente, en la inconformidad que nos lleve a elevar la voz contra toda opresión.
Hoy quisiera estar feliz con esta paz, pero no lo estoy...
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