Ayer que fue día de vorágine, a media tarde, alguien me preguntó eso... ¿qué la hace ser como es?... ¿Ácida dice usted? le reviré la pregunta. Silencio.
Independientemente que me hayan hecho esperar hora y media por una respuesta, a que los buseros son una raza que merece el exterminio y que yo sea la personificación de la intolerancia a los pendejos... he de admitir que he andado más ácida que de costumbre.
¿Solo yo soy así? Por supuesto que no... otros segregan su mala bilis en otros ámbitos, que si el presidente llora, que si Muyshondt sufre persecución política, que si las redes sociales cierran un día, que si todo nos afecta, que si una masacre es excusa para que hablen y hablen o para la defensa de la honorable Fuerza Armada y sus valientes héroes que asesinaron a más de 450 niños y niñas menores de 13 años en una sola misión. Todos nos quejamos, todos segregamos veneno... todos, claro... unos más que otros y otros amparados por la cobardía de no decir las cosas de frente.
A veces siento que se fijan mucho si yo lo soy. "Resulta que sos demasiado honesta" me dijo un día Nelson. En su hipótesis eso es lo que llama la atención de mis espontáneos comentarios.
¿Libertad de expresión? ¿libertad de pensamiento? ¿honestidad descarada? ¿desconsideración social? ¿argumentos tetunteadores? ¿suavidad paralizante? ¿quedarme callada? ¿conformidad ovejuna?
Esta mañana me lo ha dicho mi padre... "hay formas de decir las cosas".
Honestamente... no sé qué es lo que me hace ser de esta manera, señor. Pero cuando lo averigüe... ahí le cuento.
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