lunes, 13 de abril de 2009

Pichi

Él llegó hace dos años exactamente... a las 8:20 a.m. de un trece de abril, como hoy.
Yo no pude verlo en los siguientes días porque lo habían dejado internado en el área de Cuidados Intensivos y ahi no me dejaban entrar. La primera vez que lo ví nos separaba una puerta de vidrio, cinco metros de distancia y las paredes de su incubadora. La primera vez que lo vi lloré. Me sentí como una estúpida pero no podía evitar llorar ahí parada junto a la puerta. Estaba conectado a mil tubos, tenía un antifaz y lo tenían totalmente crucificado. Respiraba con dificultad y su pecho se levantaba y se undía con cada respiro. Nos habían dicho claramente que tal vez no viviría. El se disputaba el derecho de vivir y yo, incautamente, deseaba morir.

En el fondo creo que él siempre ha sido un ser poético, el médico había dicho que su problema era que su corazón es demasiado grande. Imagínense! Biológicamente y amorosamente tiene un gran corazón.

Muchas veces nos han dicho eso, no hay muchas esperanzas de vida, al rededor de cinco veces específicamente y he ahí que Sebastian sigue respirando, por milagro de Dios, por cuidado de su madre y por las miles oraciones de su abuela.

Él me encanta, es el hombre más desfachatado que he conocido, sabe que lo amo y eso le da el plante de ser superior. Sabe que yo no doy mi amor a cualquiera y saberse el favorito le da un aire de superioridad que no le cabe en los sesenta centímetros de humanidad que habita.

Amo su sonrisa de gato, su necedad por decir las palabras como el quiere y no como le enseño, amo que se parezca tanto a Lorena, amo su vocación de cantante y verlo descubrir el alma colorica de las crayolas en esta vacación ha sido mágico.

Y bueno, no hay nada como sentirlo en mis brazos, ser apoyo para su cabeza, alimentarlo de las maneras más creativas, recibir sus abrazos y caricias, escuchar sus berrinches, disfrutar películas sin sentido, consolarle el llanto, amar a su fauna de felpa, recibirlo en mi cama cada madrugada, verlo cerrar los ojos despacio... aprender a caminar tomada de su mano, retratarlo cada vez que puedo, cantarle canciones, bailar con él, reír hasta que se nos salgan las lágrimas, llorar su dolor, mostrarle el poder de las palabras... ver la luna juntos en medio de la noche.

Solo van dos años... pero espero de verdad que la vida se congracie y le de mucho tiempo aqui, su corazón alimenta al mío.

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