miércoles, 15 de diciembre de 2010

Yo que andaba aburrida...

y creo que de algún modo sigo estándolo. Mi mamá diría "no estás a gusto como Dios te tiene"... ¬¬

Ayer tenía que ir a hacerme un examen médico, de esos que trato de evitar a toda costa porque de todos modos ya sé la respuesta... es solo por el morbo de mi doctor de ver qué tan grande está el infame habitante extraño de mi cuerpo... no, no estoy embarazada, creo que no le diría así a un hijo, aunque quién sabe       (^-^)... bromas. Pero bueno, el asunto es que a eso de la 1 p.m. me decidí en dejar el "hogar, dulce hogar". Andaba con tan mal humor que preferí no ir a dejar a mi hermana a sus clases, la he estado acompañando todos estos días antes porque andaba todavía recién operada, pero ella misma, que me vio con cara de troll me dijo "no te preocupes, yo me voy sola" ni le contradije porque no quería discutir con ella.

Todavía me resonaban los últimos reclamos hechos en la mañana por parte de mi madre, que a una semana de haber regresado, ya recordó lo mal que nos llevamos. No se confundan, nos amamos, pero somos polares totalmente opuestos y con el frío nos encrispasmos más. He tratado que todo me resbale, pero a veces es bien difícil saber que lo quieren deshacer a uno y volverlo a hacer otra vez para ver si hoy si... si hoy si ya uno sale como ellas (las madres) quieren que uno sea...

Me subí en la coaster que me llevaría a Santa Tecla con ese pensamiento y con una canción en los oídos. Al sentarme, saqué mi librito de turno y me dispuse a leer, audífonos encasquetados para que ningún ruido me interrumpa... de repente llega el señor cobrador, le doy mi billetillo de unidad de dolar... me da el vuelto... "mire, aquí hace falta" le digo al fijarme que me ha dado mal el vuelto, "disculpe" me da las monedas que faltan (¬¬). No sé por qué siento que últimamente no tengo paciencia, a veces no tengo ganas ni de hablar ni con las personas con las que si quiero hablar siempre... a lo mejor al fin estoy desprendiéndome... espero liberarme definitivamente pronto y que este cuerpo material deje de sufrir.

Ahí iba yo... cuando una señora quiere sentarse a mi lado, se acaba de bajar otra doña y dejó libre el asiento a mi lado, en vez de "correrme" hacia el asiento desocupado como siempre hago... le doy permiso para que ella se meta... hoy no quiero ir al lado de la ventana... ando más pilosa de lo de costumbre.

Entramos a Santa Tecla, yo leyendo, totalmente absorta, solo medio eché una miradita para ver por dónde íbamos para calcular bien y cerrar y guardar mi libro en el momento indicado para bajarme... a todo esto... no me puedo el nombre de las paradas de Santa Tecla, solo sé que "ahí" me tengo que bajar para abordar otro bus.

De repente, la señora que va a mi lado, me agarra fuertemente el brazo izquierdo. WTF??? la miro buscando explicación a la invasión de mi espacio personal y la veo... no tiene color en la cara, me friqueo, veo hacia donde ella está viendo... dos tipos y una tipa se acaban de subir... tengo a uno a mi lado, me encañona. Todos gritan, pero yo no oigo nada, ¿o no entiendo nada? no lo sé, ni me acuerdo ya. Uno de los tipos encañona al motorista, la mujer intimida a unas señoras que van en medio y el más joven tiene su arma en mi sien derecha.

Me doy cuenta que la señora a mi lado habla con el tipo que me apunta, yo no hablo, solo miro de reojo el arma. Todo me parece una ironía, en enero escribí un relato donde me matan de varios balazos en la cabeza mientras iba a consulta con mi psiquiatra... caigo en la cuenta que probablemente muera así, con una bala incrustada en el cerebro mientras iba a consulta médica... no con mi psiquiatra, pero si médica.

Suena un balazo, es el tipo que amenaza al motorista... "Lo mató!" pensé. Recordé que en menos de dos años he visto morir a dos personas de la misma manera, este sería el tercero, pero el balazo fue al techo de la unidad de transporte colectiva, en ese instante todo empieza a tener sonido audible, todas las mujeres gritan, yo sigo callada... me doy cuenta de los detalles, fuera de los maleantes, solo el cobrador y el motorista son hombres, todas las personas pasajeras somos mujeres, tres doñas de mas de sesenta años, dos mujeres entre los 30 y 40 años y dos cipotas entre los 15 a 18 años.

Empiezo a temblar, mi cuerpo no se contiene. Es bien peculiar la manera que tiene el cuerpo de manifestar el miedo, ya me he dado cuenta, yo dejo de oír y tiemblo.

"Ustedes no van pal centro?" Pregunta el tipo que me apunta a la cabeza al cobrador, que para entonces iba sentado en uno de los asientos individuales y llevaba el color de una jícama pelada... "No" dice éste. "Pues ahora si van a ir" dice el otro.

En situaciones de peligro el tiempo corre más despacio, cada segundo es eterno, cada respiro es más único que nunca. La señora a mi lado reza, tiene en su mano izquierda una camándula, su derecha aún está aferrada a mi brazo izquierdo. Yo impasible veo la cabecera del asiento adelante de mi, el tipo presiona su arma a mi cabeza. La mujer que acompaña a los tipos habla, me parece tan vulgar y corriente, es la más nerviosa, mira despavorida hacia atrás, viendo si alguien sigue a la coaster. En ese momento caigo en la cuenta, estos tipos van huyendo, a lo mejor han asaltado algún negocio o a los caporales de las haciendas de café, o habían matado algún pandillero de la mara contraria es decir, no eran ladronzuelos de ocasión. Una de las adolescentes grita, a su abuela le está dando un ataque. Que es para menos! El que parece ser el líder, el que lleva encañonado al motorista se le acerca. Uno siempre espera lo peor. Más bien, yo espero lo peor. Es una verdadera calamidad ser pesimista.Todas gritan, menos la mujer que me tiene prisionera de sus rezos y yo.

"Cállense" grita el grandulón. Justo en ese momento escucho fuerte y claro un chasquido del arma que me apunta. Cierro los ojos. En unos breves segundos pensé en la gente que quiero, el las cosas que quiero hacer en la risa de Sebastian, en los atardeceres, en la última vez que vi a Myrna y la beba pendiente con la Kelly, de las cartas de Carmen, de los ojos de mi madre, en Gabriela quien una noche antes me había preguntado qué es la tristeza, en el rostro de él y su imperdonable cicatriz, en las muchas veces que he llorado y que ahora las lágrimas me han abandonado, las muy pinches han huído... "Cállense" ha dicho el hombre y mi mente no puede callarse, nunca ha podido. ¿Por qué no me levanto y le digo al bicho que me apunta, que deje ir la bala? Al fin y al cabo siempre lo he deseado. Pero no, sigo ahí sentada, a mi lado una mujer que bien podría ser mi abuela reza, yo hace mucho que olvidé cómo rezar. Me siento vacía.

"Si están quietas y calladas nada les va a pasar" dice la mujer que sigue vigilante al rastro que dejamos, el tiempo nos hace una mala jugada, pasamos frente a la Basílica de Guadalupe "a las madres se les respeta" me había dicho él el domingo pasado. Las madres...

"Madre, madre!!" dice el grandulón tratando de reanimar a la señora infartada... todo me sigue pareciendo que corre en cámara lenta "no queremos sus cosas, no se asusten, nadie les va a quitar nada, pero si no se van tranquilas van a tener problemas" dice el hombre, quizá piensa que con eso la señora desmayada resurgirá gloriosa, fresca y fragante...

En ese momento un pensamiento invade mi mente..."¿Andaré mi dui?" esto es el colmo!!! Ya lo veía a él regañándome en silencio mientras pone música en mi funeral, por no andar mi dui a la hora de un reconocimiento de Medicina Legal.

El tipo que me apunta se empieza a relajar, se sienta en el asiento individual a mi lado, al fin lo veo frente a frente, como lo sospeché es casi un niño, un niño con un arma... qué irónico.

Pasamos el paso a desnivel de Monserrat, cuando pasamos por la Málaga me pregunté si la gente que se fue en el bus hace mas de un año, habrán sentido el mismo miedo que yo siento... mi cuerpo ha dejado de temblar... miro a la señora a mi lado, no deja de llorar... mi mano derecha se posa sobre su mano en mi brazo izquierdo. "No llore" le susurro. Soy una incongruente!

Pasamos por el mercado Modelo, nos dirigimos al Boulevard Venezuela, pienso en ese momento en mi papá, todos los lunes se enfrenta a la amenaza de los mareros en los mercados de Soyapango, lo rentean... siento cólera, impotencia. El semáforo está en rojo, "No te detengas" le ordena al motorista que ya está encañonado otra vez. Si no nos matan estos tipos, segurito nos matamos en algún accidente.

¿Cuántos pensamientos puede tener una persona en un minuto? Siempre me he preguntando eso.

Entramos a los barrios más escondidos del centro, todo es un caos, ¿adónde nos llevarán? ¿será cierto que no nos pasará nada? Empiezo a inquietarme, pasamos a la par del cuartel general de la PNC, el cipote se encrispa y se pone de pie, muy discretamente me topa la pistola a las costillas. El grandulón dirige al motorista, cruces, vueltas, cuadras y cuadras, pareciese que quieren desubicarnos o a caso no saben adónde se dirigen. La mujer saca un celular. "Si, aquí vamos ya, no... no... pero vos dijiste!" los dos tipos se friquean de oirla gritarle al interlocutor en el celular "¿Qué pasó?" pregunta el líder "la chota alcanzó a los otros, se plomiaron" (>.<) "Se plomiaron" que particular frase. He visto gente plomeada hasta de más!

"¿Los agarraron?" Pregunta el cipote que compromete a mis costillas, cada vez que se mueve pasa raspando fuertemente el arma en mi humanidad. "Seguro morete" pienso... "Cruzá aquí" le indica al motorista. Vamos de regreso! ¿o para dónde es que vamos, pues? Yo que me puedo toditito el centro, hasta en sus más bajos instintos, estoy desorientada, solo veo a lo lejos la cúpula de Catedral, nunca entendí por qué la pintaron tan feo! "Detenete" ordena el tipo. Se bajan así como se subieron, rápido.

Silencio.

Llevo mi mano a mi rostro, tal vez para constatar que aún estoy en este plano existencial, para ver si estoy viva. Tengo la mano helada, temblorosa. La señora a mi lado se abraza a mi, llora incesantemente. El cobrador se levanta de su asiento "Se fueron" dijo, fue como si le dijera al motorista "vámonos" el hombre arrancó, la adolescente con la abuela infartada le pide que vayamos a un hospital.

Le pedí al cobrador que me dejara bajar tres cuadras antes de llegar al Rosales, no quería llegar ahí... sabía que vería a mi mamá. Hasta que puse un pie en el suelo, cuando pude percatarme que en realidad estaba aquí, de pie, caminando, respirando... hasta que supe que nada amenazaba mi vida entonces sobrevino el llanto. Caminé hasta la clínica donde debían hacerme el examen, lloré todo el camino, antes de entrar traté de calmarme, la secretaria pensaría que lloro por lo que amenaza mi salud, yo le diría que si, que esa es la causa de mi llanto.

Al meter mi mano a la bolsa izquierda de mi suetercito azul... me doy cuenta, la señora rezadora ha dejado su camandula ahí. No me he muerto, pero una parte de mi terminó de morir ya.

1 comentario:

iba pasando dijo...

Jueeeela que yuca. <(>_<)> Y que impotencia no poderse plomiar a esos tres