martes, 1 de febrero de 2011

Esta es la historia

de un hombre que compró un aspersor...

Él es alto, tiene casi 40... es padre de familia, esposo y trabajador.
Se dirigió a la ferretería un día, iba a comprar un mínimo detalle faltante para hacer de su hogar un lugar más cómodo, ordenado y agradable... bien podría haber sido un clavo, una brocha para pintar nubes en las paredes del cuarto de sus dos hijas o un destornillador que lo auxiliara en los arreglos solicitados por su esposa.

Caminaba por la ferretería pensando en la ubicación de lo que llegaba a traer, cuando de repente... de la nada, sin sospecharlo, sin encontrar obstáculos... lo vio, estaba ahí con el resto de los de su especie, era amarillo, tan nítido, tan absoluto... un bello aspersor... pensó en la grama de su casa, la del patio de atrás y la de la entrada, se las imaginó reverdecidas en plena ausencia de lluvia gracias al aspersor... sintió CO-DI-CIA!!

Pronto e intempestivo lo tomó en sus manos... lo contempló como trofeo de la guerra contra el inmenso calor de verano... lo llevó en un impulso loco a la caja, sacó su billetera... tomó un billete de a $20, lo pagó y con su trofeo en bolsa plástica emprendió el viaje de regreso a su casa, no aguantaba por ver el rostro de sorpresa y alegría de su esposa ante su nuevo aspersor, hasta se imaginó a sus pequeñas hijas jugando al rededor de la danza acuática y sonrió para sí mismo pensando en lo mucho que se divertirían.

"Ya tengo el aspersor" pensó nuestro amigo... "ya llegará el tiempo en el que pueda tener una manguera"...

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